Angola – Capítulo Provincial
Capítulo Provincial: 4-8 Janeiro 2022
Novo Conselho Provincial:
Pe. Celestino Muhatili, superiore provincial (no centro)
Pe. Lourenço F. Kambalu, vigário provincial (para a direita)
Pe. Belarmino Tchipundukwa, conselheiro provincial (para a esquerda)
Desejamos ao novo Conselho a luz do Espírito Santo em seu serviço à Província.
Un lugar seguro
(4to Domingo Ordinario: Jeremías 1:4-19; 1 Corintios 12:31—13:13; Lucas 4:21-30)
Comenzamos esta reflexión con una oración, por nosotros o por los que pasan necesidad, nos dirigimos al Señor con el Salmo de hoy. “Sé para mí una roca protectora, Tú que decidiste venir siempre en mi ayuda, porque Tú eres mi Roca y mi fortaleza”.
Dios llamó a Jeremías para ser un profeta, diciéndole, “Antes de formarte en el vientre materno, Yo te conocía; antes de que salieras del seno, Yo te había consagrado”. Imaginemos cómo sería oír semejantes palabras, tener la certeza de que el Señor tiene un plan para nosotros.
Jeremías era joven y no tenía experiencia, y trató de negarse; pero Dios le prometió estar con él y, como escuchamos en la primera lectura de hoy, hacer de él “una plaza fuerte, una columna de hierro, una muralla de bronce”, preparado para la dura vida que le esperaba más adelante.
Puede que nosotros estemos más decididos que Jeremías, pero aun así nos hacen falta algunas de las garantías que el recibió. Necesitamos un sentido de seguridad, confiando siempre en que el Señor es nuestro refugio.
Tengamos en cuenta de que Maximino y Melania no estaban preparados para semejante tarea. La dulzura en la voz de la Bella Señora hizo que se sintieran seguros, y el recuerdo de su ternura debió ser un refugio para ellos cuando debían enfrentar la incredulidad, y hasta la hostilidad, de muchas personas.
En el Evangelio de hoy, Jesús no sintió al principio el rechazo total en su pueblo natal, pero tampoco se encontró con la bienvenida que razonablemente podría hacer esperado. Pareciera que sus antiguos vecinos pensaban que él se andaba dando aires de grandeza. Cuando buscamos compartir nuestra fe, y es triste decirlo, a veces nosotros también podemos ser mejor recibidos por personas que no nos conocen tanto.
Cuando leemos la famosa descripción del amor de San Pablo, en la segunda lectura, la imagen de Dios mismo viene continuamente a nuestras mentes. Esto no debería ser una sorpresa, ya que San Juan en su Primera Carta (4:16), escribe, “Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios, y Dios permanece en él”.
Entonces nuestra oración podría ser así: “Tu amor lo es todo, oh Señor. En él encuentro mi refugio, y nunca seré avergonzado”. Anclémonos en la roca de nuestra salvación, es decir, en una relación de amor con Dios, mientras buscamos llevar la reconciliación a nuestro mundo.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.
El Ambón
(3er Domingo Ordinario: Nehemías 8:2-10; 1 Corintios 12:12-30; Lucas 1: 1-4 y 4:14-21)
En la primera lectura, Esdras se pone de pie sobre una plataforma especialmente construida para la ocasión, para que se le pudiera ver y escuchar mejor mientras daba lectura al Libro de la Ley.
Esa estructura es muy conocida por nosotros, obviamente, ya que la vemos en la mayoría de nuestras Iglesias, la llamamos el ambón. Su propósito es resaltar la importancia de la Palabra de Dios que se proclama desde allí. También se usa para la predicación, la homilía y para la Oración de los Fieles.
El ambón como un elemento arquitectónico tiene su prominencia en la iglesia. ¿Hay un lugar semejante en nosotros mismos y en nuestra iglesia doméstica en el que la Palabra (La Ley) es reverenciada, guardada, y proclamada? En La Salette, María demostró que ese no era el caso.
Entonces, ella eligió un lugar alto, una montaña como ambón, para traer su gran noticia, un recuerdo de cosas dejadas de lado por su pueblo. Una de esas cosas era la Ley, desde luego, pero no se trataba de una simple lista de normas y reglamentos. Ella no vino solamente para decirnos que nuestra naturaleza caída y el pecado nos habían separado de Dios, sino que quiso que supiéramos que Dios todavía desea que tengamos una relación con él, si nos convertimos, poniendo la Palabra nuevamente en un lugar prominente en nuestra vida de cada día.
Las diversas maneras en que podemos hacerlo se destacan de manera especial en nuestra segunda lectura, en la que San Pablo continua su comentario sobre los dones del Espíritu. Todos somos necesarios, cada uno de nosotros en su propia individualidad, para servir a todo el cuerpo. Nuestra individualidad no debería ser motivo de aislamiento ni de separación sino un don con el cual aportar al conjunto del cuerpo de Cristo.
Es difícil imaginar a dos personas tan distintas una de la otra como eran Melania Calvat y Maximino Giraud. Pero María los escogió a ambos. Nosotros que hemos recibido aquel único celo misionero saletense, deberíamos también vernos a nosotros mismos como parte de un todo, y encontrar aquella única gracia, aquel único don, por medio del cual podamos aportar al conjunto y fortalecer a todo el Cuerpo de Cristo.
En el Evangelio de hoy, Jesús se identifica con las palabras de Isaías, “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió”. Nosotros también somos ungidos y enviados de manera única y personal. Que estas reflexiones semanales, en el espíritu de la Bella Señora, sean un ambón desde el cual Jesús es fielmente proclamado.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.
Multiplicidad de dones
(2do Domingo Ordinario: Isaías 62:1-5; 1 Corintios 12:4-11; Juan 2:1-11)
Terminamos la reflexión de la semana pasada con estas palabras: “Nunca debemos olvidar ni descuidar el don que recibimos en nuestro bautismo”. Las lecturas de hoy nos ayudarán a desarrollar más este tema.
En el capítulo 6 de Isaías, el profeta describió su llamado. Dios preguntó, “¿A quién enviaré?” e Isaías se ofreció: “¡Aquí estoy: envíame!” Hoy en Isaías 62, dice, “Por amor a Sión no me callaré, por amor a Jerusalén no descansaré”. Él era la voz de Dios en medio de su pueblo; siempre atento a la voluntad de Dios, la proclamó fielmente.
Hoy el Evangelio nos brinda el relato de las Bodas de Caná. Debido a que nos enfocamos más en el milagro, normalmente no pensamos en este pasaje en el contexto de la profecía. Sin embargo, podemos ver que María desempeña un rol profético. Reconociendo la voluntad de Dios en las necesidades de los demás, ella no se queda callada. Habla con Jesús. Luego, con palabras que evocan a las de los profetas, les dice a los sirvientes, “Hagan todo lo que él les diga”. Entonces Jesús lleva a cabo el signo profético.
En La Salette vemos la misma dinámica. Como los profetas, María se convierte en nuestra abogada ante el Señor. A nosotros ella nos habla por medio de advertencias – haciéndonos recordar lo que debemos hacer – y por unas promesas – mostrándonos lo que podemos esperar – y a todo añade el persuasivo poder de las lágrimas.
El don de la profecía no se le da a cualquiera. La segunda lectura lo resalta con eminente claridad. San Pablo menciona otros dones más del Espíritu. De hecho, si consideramos la historia de la Iglesia, existen comunidades religiosas cuya vocación es… ¡el silencio!
En el contexto de la multiplicidad de dones, el “no me quedaré en silencio” se convierte en un “no me cerraré al movimiento del Espíritu”. Sea el que fuere nuestro don, debemos darle uso. San Pablo escribe, “En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común” es decir, para los demás, en la comunidad cristiana, primeramente, y en otros lugares también.
Cuando ponemos nuestros dones al servicio de los demás, estamos haciendo realidad el mandato expresado en el Salmo Responsorial: “Anuncien las maravillas del Señor por todos los pueblos”.
Aceptar la voluntad de Dios significa que el don de la fe recibido en el bautismo encontrará su expresión en otros dones. Así, tal cual es nuestra vocación Saletense.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.
Santo Natal 2021
Ano Novo 2022
Caros Confrades,
Antes de tudo, um desejo sincero e fraterno de um Feliz e Santo Natal a todos e cada um da Cidade Eterna.
Neste ano também a memória do nascimento de Jesus é marcada pelo ressurgimento da pandemia e pelas restrições impostas por governos e autoridades de saúde para limitar a propagação da infecção. Parece reviver a cena de um filme cujo fim é impossível de imaginar. Todos, mais ou menos, foram tocados no corpo e no espírito por este acontecimento imprevisível e trágico que perturbou a vida de todo o mundo.
O Natal que vamos celebrar, com o seu encargo de novidade e de vida, deve fazer germinar em nós aquelas sementes de esperança que só o acolhimento da Palavra de Deus pode oferecer. A palavra "esperança", com tudo o que acarreta de expectativa e certeza, não é problema para nós missionários de La Salette, porque faz parte do nosso DNA desde a nossa fundação após a aparição da Bela Senhora a Maximino e Melânia. A nossa esperança só tem razão de ser porque se baseia na certeza de que, graças à vinda de Cristo entre nós, nada mais é irreversível e que um novo mundo, como "sonhado por" Isaías "(Is 65,17ss) é possível e alcançável.
1. Jubileu saletino
Acabamos de celebrar o 175º aniversário da aparição para coroar o ano mariano saletino, durante o qual toda a Congregação foi exortada a voltar com renovado interesse e entusiasmo apostólico ao seu acontecimento fundador e às razões carismáticas da sua presença na Igreja. Espero que tenha sido um momento forte de graça e de renovação humana e espiritual para todos, feito de escuta atenta e fecunda da Palavra, de intensa oração, reflexão e partilha sobre a mensagem da Bela Senhora, mas também de conversão pessoal e comunitária. Não pretendia ser um ponto de chegada, mas sim uma etapa de um novo ponto de partida, um trampolim para um futuro a ser vivido com seriedade, tanto do ponto de vista do empenho religioso, como do zelo apostólico e missionário. É esse testemunho de vida que a Igreja e o mundo de hoje esperam de nós, religiosos saletinos, neste momento.
2. Caminho sinodal: dom e tarefa
O Papa Francisco convocou toda a Igreja para um Sínodo. O itinerário, intitulado "Por uma Igreja sinodal: comunhão, participação e missão", foi inaugurado oficialmente em Roma nos dias 9 e 10 de outubro e em cada Igreja particular nos dias 17 de outubro. [...] Com esta convocação, o Papa Francisco convida toda a Igreja a questionar-se sobre um tema decisivo para a sua vida e missão: «O caminho sinodal é precisamente o caminho que Deus espera da Igreja do terceiro milénio». Este itinerário, que se inscreve na «actualização» da Igreja proposta pelo Concílio Vaticano II, é um dom e uma tarefa: caminhando e refletindo juntos sobre o caminho percorrido, a Igreja poderá aprender da experiência cujos processos podem ajudá-la a viver a comunhão, a realizar a participação, a abrir-se à missão. O nosso «caminhar juntos», de facto, é o que mais absorve e manifesta a natureza da Igreja como Povo de Deus peregrino e missionário» (Documento preparatório, 1).
Naturalmente, também a vida religiosa é chamada a seguir o mesmo caminho e a oferecer o seu precioso contributo de experiência comunitária e pastoral e, por conseguinte, a beneficiar da graça que dela emanará.
3. Eu ando com a igreja ouvindo o Espírito
Convido calorosamente cada religioso saletino, cada comunidade e cada Província/Região a fazerem seu o caminho da Igreja universal, que se compõe de ouvir o Espírito e discernir os passos a dar para crescer como Igreja sinodal e permitir que essa anuncie o Evangelho, de acordo com a missão que lhe foi confiada.
O caminho sinodal, pensado e desejado pelo Papa Francisco, a partir de baixo, quer envolver todas as realidades nas quais o povo de Deus se expressa, não esquecendo os que estão distantes da fé e os que estão relegados à margem da sociedade. A sua finalidade não é ser uma ferramenta simples e pontual de fazer igreja, mas tornar-se um elemento constitutivo e, portanto, uma forma estável de ser e agir da Igreja no tempo e no mundo junto com a ideia de corresponsabilidade que visa ação missionária.
4. Igreja em diálogo e missionária
Além disso, este caminho ajuda a tomar consciência dos vários dons do Espírito presentes em abundância na comunidade cristã e a valorizá-los com um bom uso; viver a Igreja como “Povo de Deus”, como povo de missionários peregrinos; fazer a transição do "Eu" egoísta para o "NÓS" mais participativo e inclusivo; e novamente considerar a presença da Igreja um serviço missionário para repensar o mundo à luz do Evangelho.
Daí o grande desafio que envolve toda a Igreja de hoje e de amanhã e também da Vida Religiosa: converter-se à sinodalidade tomando Jesus como modelo no caminho de Emaús (Lc 24, 13-35; cf. At 10). Este caminho evocado por Lucas, com um sabor puramente pascal, pois fala de vida nova e de zelo missionário, está bem resumido nos três verbos presentes no texto evangélico: encontrar, ouvir e discernir. Expressam um movimento que envolve corpo e espírito, mas também uma abertura a novas perspectivas e horizontes, uma atenção particular aos sinais dos tempos em vista de um compromisso missionário alegre e compartilhado.
5. Natal: jornada compartilhada
O mistério do Natal, que também este ano vamos acolher e celebrar como Igreja e como comunidade religiosa, exprime de forma excelente e inequívoca a natureza e o sentido profundo daquela «sinodalidade» de que o Papa Francisco fala com insistência. Jesus, encarnado, tornou-se semelhante a nós em tudo excepto no pecado e compartilhou nossa natureza humana, frágil e limitada no tempo e no espaço. Ele se fez peregrino connosco e entre nós, compartilhando nossas alegrias e ansiedades, chamando-nos à conversão e abrindo nosso coração à esperança. Se este foi o estilo de acção de Jesus, deve necessariamente ser adoptado pela Igreja para melhor modelar e orientar sua acção missionária no mundo de hoje .... e consequentemente também de nossas comunidades.
6. Conclusão
Seguindo o exemplo de Jesus, empenhemo-nos também a nos tornarmos Igreja e religiosos em saída, conscientes de que a nossa única missão é levar o anúncio do Evangelho a quem encontrarmos no caminho com exemplar coragem e zelo apostólico. A Bela Senhora de La Salette não pensava em nós quando confiou a Maximino e a Melânia o premente convite missionário que pronunciou no final da sua aparição: “Pois bem, meus filhos, transmitem a todo o meu povo?”.
Desejo que este Natal chegue de modo particular aos nossos jovens em formação, aos irmãos idosos e enfermos, bem como aos numerosos leigos saletinos que se empenham em viver e testemunhar o carisma da Reconciliação na vida quotidiana, às Irmãs de La Salette que compartilham connosco as alegrias e os desafios da missão em todo o mundo e também a muitos amigos e benfeitores que nunca nos fizeram faltar o precioso apoio de suas orações, bem como de sua generosa contribuição material.
Em nome dos Padres Jacek, Jojohn, Manuel, Nunda, Mémé, André, Paulo e Neil, receba cada um de vós os melhores votos de um Feliz e Santo Natal e um fecundo Ano Novo, cheio da graça de Deus e da presença materna de Maria.
Fraternalmente,
P. Silvano Marisa MS
Superior geral
Santo Natal 2021
Ano Novo 2022
Caros Confrades,
Antes de tudo, um desejo sincero e fraterno de um Feliz e Santo Natal a todos e cada um da Cidade Eterna.
Neste ano também a memória do nascimento de Jesus é marcada pelo ressurgimento da pandemia e pelas restrições impostas por governos e autoridades de saúde para limitar a propagação da infecção. Parece reviver a cena de um filme cujo fim é impossível de imaginar. Todos, mais ou menos, foram tocados no corpo e no espírito por este acontecimento imprevisível e trágico que perturbou a vida de todo o mundo.
O Natal que vamos celebrar, com o seu encargo de novidade e de vida, deve fazer germinar em nós aquelas sementes de esperança que só o acolhimento da Palavra de Deus pode oferecer. A palavra "esperança", com tudo o que acarreta de expectativa e certeza, não é problema para nós missionários de La Salette, porque faz parte do nosso DNA desde a nossa fundação após a aparição da Bela Senhora a Maximino e Melânia. A nossa esperança só tem razão de ser porque se baseia na certeza de que, graças à vinda de Cristo entre nós, nada mais é irreversível e que um novo mundo, como "sonhado por" Isaías "(Is 65,17ss) é possível e alcançável.
1. Jubileu saletino
Acabamos de celebrar o 175º aniversário da aparição para coroar o ano mariano saletino, durante o qual toda a Congregação foi exortada a voltar com renovado interesse e entusiasmo apostólico ao seu acontecimento fundador e às razões carismáticas da sua presença na Igreja. Espero que tenha sido um momento forte de graça e de renovação humana e espiritual para todos, feito de escuta atenta e fecunda da Palavra, de intensa oração, reflexão e partilha sobre a mensagem da Bela Senhora, mas também de conversão pessoal e comunitária. Não pretendia ser um ponto de chegada, mas sim uma etapa de um novo ponto de partida, um trampolim para um futuro a ser vivido com seriedade, tanto do ponto de vista do empenho religioso, como do zelo apostólico e missionário. É esse testemunho de vida que a Igreja e o mundo de hoje esperam de nós, religiosos saletinos, neste momento.
2. Caminho sinodal: dom e tarefa
O Papa Francisco convocou toda a Igreja para um Sínodo. O itinerário, intitulado "Por uma Igreja sinodal: comunhão, participação e missão", foi inaugurado oficialmente em Roma nos dias 9 e 10 de outubro e em cada Igreja particular nos dias 17 de outubro. [...] Com esta convocação, o Papa Francisco convida toda a Igreja a questionar-se sobre um tema decisivo para a sua vida e missão: «O caminho sinodal é precisamente o caminho que Deus espera da Igreja do terceiro milénio». Este itinerário, que se inscreve na «actualização» da Igreja proposta pelo Concílio Vaticano II, é um dom e uma tarefa: caminhando e refletindo juntos sobre o caminho percorrido, a Igreja poderá aprender da experiência cujos processos podem ajudá-la a viver a comunhão, a realizar a participação, a abrir-se à missão. O nosso «caminhar juntos», de facto, é o que mais absorve e manifesta a natureza da Igreja como Povo de Deus peregrino e missionário» (Documento preparatório, 1).
Naturalmente, também a vida religiosa é chamada a seguir o mesmo caminho e a oferecer o seu precioso contributo de experiência comunitária e pastoral e, por conseguinte, a beneficiar da graça que dela emanará.
3. Eu ando com a igreja ouvindo o Espírito
Convido calorosamente cada religioso saletino, cada comunidade e cada Província/Região a fazerem seu o caminho da Igreja universal, que se compõe de ouvir o Espírito e discernir os passos a dar para crescer como Igreja sinodal e permitir que essa anuncie o Evangelho, de acordo com a missão que lhe foi confiada.
O caminho sinodal, pensado e desejado pelo Papa Francisco, a partir de baixo, quer envolver todas as realidades nas quais o povo de Deus se expressa, não esquecendo os que estão distantes da fé e os que estão relegados à margem da sociedade. A sua finalidade não é ser uma ferramenta simples e pontual de fazer igreja, mas tornar-se um elemento constitutivo e, portanto, uma forma estável de ser e agir da Igreja no tempo e no mundo junto com a ideia de corresponsabilidade que visa ação missionária.
4. Igreja em diálogo e missionária
Além disso, este caminho ajuda a tomar consciência dos vários dons do Espírito presentes em abundância na comunidade cristã e a valorizá-los com um bom uso; viver a Igreja como “Povo de Deus”, como povo de missionários peregrinos; fazer a transição do "Eu" egoísta para o "NÓS" mais participativo e inclusivo; e novamente considerar a presença da Igreja um serviço missionário para repensar o mundo à luz do Evangelho.
Daí o grande desafio que envolve toda a Igreja de hoje e de amanhã e também da Vida Religiosa: converter-se à sinodalidade tomando Jesus como modelo no caminho de Emaús (Lc 24, 13-35; cf. At 10). Este caminho evocado por Lucas, com um sabor puramente pascal, pois fala de vida nova e de zelo missionário, está bem resumido nos três verbos presentes no texto evangélico: encontrar, ouvir e discernir. Expressam um movimento que envolve corpo e espírito, mas também uma abertura a novas perspectivas e horizontes, uma atenção particular aos sinais dos tempos em vista de um compromisso missionário alegre e compartilhado.
5. Natal: jornada compartilhada
O mistério do Natal, que também este ano vamos acolher e celebrar como Igreja e como comunidade religiosa, exprime de forma excelente e inequívoca a natureza e o sentido profundo daquela «sinodalidade» de que o Papa Francisco fala com insistência. Jesus, encarnado, tornou-se semelhante a nós em tudo excepto no pecado e compartilhou nossa natureza humana, frágil e limitada no tempo e no espaço. Ele se fez peregrino connosco e entre nós, compartilhando nossas alegrias e ansiedades, chamando-nos à conversão e abrindo nosso coração à esperança. Se este foi o estilo de acção de Jesus, deve necessariamente ser adoptado pela Igreja para melhor modelar e orientar sua acção missionária no mundo de hoje .... e consequentemente também de nossas comunidades.
6. Conclusão
Seguindo o exemplo de Jesus, empenhemo-nos também a nos tornarmos Igreja e religiosos em saída, conscientes de que a nossa única missão é levar o anúncio do Evangelho a quem encontrarmos no caminho com exemplar coragem e zelo apostólico. A Bela Senhora de La Salette não pensava em nós quando confiou a Maximino e a Melânia o premente convite missionário que pronunciou no final da sua aparição: “Pois bem, meus filhos, transmitem a todo o meu povo?”.
Desejo que este Natal chegue de modo particular aos nossos jovens em formação, aos irmãos idosos e enfermos, bem como aos numerosos leigos saletinos que se empenham em viver e testemunhar o carisma da Reconciliação na vida quotidiana, às Irmãs de La Salette que compartilham connosco as alegrias e os desafios da missão em todo o mundo e também a muitos amigos e benfeitores que nunca nos fizeram faltar o precioso apoio de suas orações, bem como de sua generosa contribuição material.
Em nome dos Padres Jacek, Jojohn, Manuel, Nunda, Mémé, André, Paulo e Neil, receba cada um de vós os melhores votos de um Feliz e Santo Natal e um fecundo Ano Novo, cheio da graça de Deus e da presença materna de Maria.
Fraternalmente,
P. Silvano Marisa MS
Superior geral
Indeleblemente sellados y revestidos
(Bautismo del Señor: Isaías 40:1-11; Tito 2:11-14, 3:4-7; Lucas 3:15-22)
“Un solo bautismo para el perdón de los pecados”. Esta frase casi al final del Credo refleja la conclusión a la que se ha llegado en la iglesia primitiva. La cuestión era si los cristianos que habían sido bautizados por los herejes, debían ser bautizados una segunda vez al convertirse en católicos.
La respuesta era un no, bajo la condición de que el bautismo se haya realizado en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Porque es por medio del bautismo que uno se hace cristiano. Esto con frecuencia se refiere al sello bautismal, el cual es indeleble y permanente.
No es de extrañar que la Iglesia considere este sacramento como fundamental y el primero de los sacramentos a ser recibido, exigido antes que todos los otros sacramentos. Tal como el mismo Jesús en el río Jordán fue, por decirlo así, introducido y preparado para su ministerio público, así también a nosotros se nos introduce en la Iglesia por medio de nuestro bautismo y así nos hacemos partícipes en el sacerdocio de Cristo.
La voz desde el cielo dijo: “Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección”. En el bautismo, llevamos vestiduras blancas como signo de nuestra dignidad cristiana, y se nos anima a vivir de acuerdo con ello.
María vino desde el cielo, donde ella vive en la luz de Dios, el que está “vestido de esplendor y majestad y envuelto con un manto de luz”, conforme leemos en el Salmo. En las alturas físicas de la montaña, ella lloró por el abismo espiritual en el que su pueblo había caído. El atuendo bautismal de su pueblo se había manchado y el sello cristiano ya casi no se podía distinguir.
Como el profeta, ella habló con ternura. En sus propias palabras nos llamó a preparar, o aún mejor, a reparar el camino del Señor, en nuestros corazones y en nuestra manera de vivir.
En la segunda lectura, San Pablo nos ofrece una maravillosa descripción del bautismo cuando escribe que Dios “nos salvó, haciéndonos renacer por el bautismo y renovándonos por el Espíritu Santo. Y derramó abundantemente ese Espíritu sobre nosotros por medio de Jesucristo, nuestro Salvador, a fin de que, justificados por su gracia, seamos en esperanza herederos de la Vida eterna”
Al corazón de nuestro mensaje y ministerio saletenses está la esperanza. Para nutrirla, nunca debemos olvidar ni descuidar el don que recibimos en nuestro bautismo.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.
En la senda de los Magos
(Epifanía: Isaías 60:1-6; Efesios 3:2-6; Mateo 2:1-12)
La mejor definición que encontramos acerca de la Epifanía es: “La manifestación de Cristo a los Gentiles representada en los Magos”. En otras palabras, la historia de los magos es también la nuestra – como cristianos y como saletenses.
Los Magos fueron guiados por la luz de una estrella, hacia aquel al que llamamos de“luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero”. En La Salette, María se aparece en luz, pero ella no es la luz. Como la estrella, ella nos conduce hacia su Hijo, ella nos lo manifiesta en el deslumbrante brillo del crucifijo que porta.
Isaías le dice a Jerusalén, “¡llega tu luz y la gloria del Señor brilla sobre ti!”, mientras que para otros pueblos “las tinieblas cubren la tierra y una densa oscuridad, a las naciones”. La Bella Señora les habla a esos pueblos, invitándoles a volver a la luz que es Cristo.
Nosotros somos los Magos del mundo modernos. María nos ayuda en nuestra búsqueda de Cristo. Ella nos recuerda la importancia de la celebración dominical, de la oración diaria, y de la disciplina cuaresmal, para que podamos dar a Jesús el honor y la gloria que le corresponden.
San Pablo habitó en las tinieblas hasta el día de su epifanía, su encuentro con Jesús en el camino de Damasco. El escribe a los Efesios que esa revelación no era solamente para él, sino “en beneficio de ustedes”. Él se había convertido en la luz guía, y quiso que la comunidad cristiana hiciera lo mismo.
Los que hemos aceptado el don de la fe, debemos verla como algo que se nos dio para el bien de los demás. Podemos compartirla mediante nuestras palabras, por supuesto; pero es por medio de nuestro propio testimonio de fe, esperanza y caridad, que Cristo nuestra luz, puede brillar por medio de nosotros, disipando la oscuridad y guiando a otros hacia él.
No se espera, tampoco es necesario, que cada uno de nosotros sea una gran Estrella, visible a distancia. Las estrellas también tienen diferentes tonalidades. Los científicos dicen que se debe a la temperatura de sus superficies, entre otras cosas. El ardor de nuestra fe variará con el tiempo y las circunstancias.
Recordemos que la llama de una vela, por más pequeña que sea, disipa la oscuridad, y la oscuridad no puede nunca vencerla. Una suave y reconfortante lucecita puede ser tan atractiva como un fulgurante sol.
La Salette es una luz destinada a compartirse por medio de nuestra misión de reconciliación. ¡Qué gran epifanía podemos llegar a ser!
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.
Siempre Bienvenidos
(La Sagrada: Eclesiástico 3:2-6, 12-14; 1 Juan 3:1-2, 21-24; Lucas 2:1-52)
En la Audiencia General del 11 de agosto de 1976, el Papa Pablo VI se dirigió a los padres de familia con estas palabras: “¿Mamás, enseñan a sus hijos las oraciones cristianas?... Y ustedes papás, ¿rezan con sus hijos?” Esto nos trae a la mente lo que María preguntó en La Salette, “¿Hacen bien sus oraciones hijos míos?”
La verdadera oración no se trata únicamente de palabras. Esta crea lazos entre nosotros y Dios; pero no nos olvidemos de que también profundiza el compartir de la fe entre los que rezan juntos. Es esencial en la vida de la familia cristiana, a la que San Agustín y otros Padres de la Iglesia llamarón de “Iglesia doméstica”. El Vaticano II revitalizó esta expresión, y numerosos documentos de la Iglesia la han estado usando desde entonces. (Algunas se citan o parafrasean más adelante).
En la práctica judía, la familia es el primer lugar de adoración. Por medio de su encarnación, el Hijo de Dios “quiso nacer y crecer en el seno de la Sagrada Familia”. José y María le enseñaron a rezar, y a sentirse en casa en el Templo – aunque nunca anticiparon la escena descrita en el Evangelio de hoy.
Los documentos recientes describen a los padres cristianos como los primeros anunciadores de la fe. En la bendición de los padres al finalizar el rito del Bautismo, escuchamos: “Dios todopoderoso, bendice a los padres de estos niños, para que, mediante la palabra y el ejemplo, sean los primeros testigos de la fe delante de sus hijos”.
La Bella Señora sigue llevando a cabo su labor, llamándonos a vivir, así como ella y José y Jesús lo hicieron, honrando a Dios y siendo obedientes a su voluntad.
Como cualquier familia, la Iglesia doméstica es “escuela del más rico humanismo” donde aprendemos valiosos valores familiares. Pero también es diferente. Una familia que vive su fe, recibiendo los sacramentos, rezando y dando gracias, y demostrando santidad de vida por medio de la abnegación y la caridad, puede ser un “islote de vida cristiana en un mundo no creyente”.
El Salmista exclama, “¡Qué amable es tu Morada, Señor del Universo!”. Siempre nos sentiremos bienvenidos en la casa de nuestro Padre. Como una Iglesia doméstica, él a su vez será siempre bien recibido en la nuestra.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.