Caros Irmãos Saletinos,
Busquei inspiração no Apóstolo Paulo para me dirigir a vocês neste terceiro domingo do Advento: Caros Irmãos Saletinos, já desponta entre nós a luz daquele que chega no Natal.
Salette em sua mensagem reconciliadora aponta o caminho a ser seguido. Que nós, leigos saletinos, possamos ser sal e luz no mundo (Mt 5, 13-14).
Um Feliz Natal a todos vocês e que o ano de 2018 seja pleno de bênçãos e realizações para todos nós.
Mario Apone
Coordenador Internacional dos Leigos Saletinos
Santo Natal de 2017
Ano Novo de 2018
“…e deu à luz ao seu Filho primogênito, o enfaixou
e o colocou na manjedoura, pois não havia lugar para eles dentro da casa.” (Lc 2,7)
Caros confrades,
Novamente a celebração do Santo Natal oferece a oportunidade a mim e aos membros do Conselho Geral, de apresentar a todos vocês, jovens em formação, religiosos em atividades, idosos, doentes e aqueles em dificuldades, onde quer que vocês estejam, os votos mais belos e cristãos de Santa Festa Natalina, bem como de assegurar a vocês a minha e a nossa proximidade e reconhecimento por aquilo que vocês fazem nas diversas realidades comunitárias e apostólicas através do mundo. Que o Emanuel, Deus conosco, seja tudo em nós pela sua presença e pela sua graça.
Este fato de Deus estar entre nós - centro da mensagem cristã - nos revela que o Deus da Bíblia é fiel às suas promessas e que não decepciona jamais, porque ama com um amor especial todas as criaturas “feitas” pelas suas próprias mãos. É também esta a experiência que o povo de Israel viveu no seu longo e difícil caminho em direção à Terra Prometida. A promessa que Moisés ouviu de Deus, no Monte Horeb, “eu estarei com você” (Ex 3,12), marcará a história do bem e do mal do povo da Aliança e por consequência também a nossa. Tal promessa se realizará plenamente com o nascimento do Salvador no estábulo de Belém, preenchendo assim a necessidade de infinito, presente no coração de cada pessoa.
A sua vinda entre nós será marcada pela recusa de um alojamento confortável e adequado para o momento particular que Maria e José estavam experimentando e pela mais miserável indiferença dos habitantes de Belém.
O mundo em que vivemos não parece ser tão diferente do descrito nos Evangelhos. De fato, envolvidos por demais em seus problemas e, negligentes pela passagem de Deus nas estradas de suas vidas, as pessoas parecem desconsiderar este fato. No entanto, Deus nunca parou de pensar em nós e nos ama, nas nossas fragilidades e na nossa pequenez, para tornar-se como um de nós, na pessoa de Emanuel.
O Natal deste ano marca uma etapa importante no caminho da nossa Congregação, à medida que chega nos primeiros dias depois da abertura da primeira missão saletina em Moçambique. Como todo novo nascimento, espero que este também seja portador de vida e de alegria para todos nós.
Faço votos e elevo minhas orações para que este novo compromisso missionário, que abre novos horizontes de apostolado para a Congregação, possa ser vivido como um presente e um tempo de graça reservado de maneira especial a nós e também a todos os Leigos que desejam ser nutridos pela mesma espiritualidade, cuja origem está na Aparição da “Bela Senhora” da Salette.
Espero também que se torne um incentivo a mais para todos os religiosos, para todas as comunidades e para os nossos jovens em formação, redescobrir a beleza do chamado à vida religiosa saletina e a colocar, sem reservas e com entusiasmo renovado, todas as suas capacidades humanas e espirituais, ao serviço da reconciliação na Igreja e no mundo de hoje, especialmente onde "o clamor dos pobres" é mais evidente e mais insistente.
Que este Santo Natal, traga novos ares ao coração de cada um de nós e às nossas comunidades. Ares novos que tenham o perfume do ideal religioso e missionário partilhado, da solidariedade sincera, da colaboração efetiva, do respeito recíproco, do amor fraterno e do perdão oferecido e recebido com alegria.
Estendo este sincero desejo a todos aqueles que por diversas razões colaboram conosco nas nossas casas e no nosso apostolado, como também aos nossos benfeitores, às Irmãs de Nossa Senhora da Salette e aos Leigos Saletinos que, sustentados e encorajados pelas palavras da “Bela Senhora”, se empenham em anunciar com entusiasmo a Boa Nova lá onde vivem.
Novamente, também em nome do Conselho Geral, transmito a vocês ardentes desejos de um santo Natal e um feliz Ano Novo, durante o qual será celebrado o 32º Capítulo Geral da nossa Congregação.
Fraternalmente, o vosso,
P. Silvano Marisa MS
¿Qué ponerse?
(La Sagrada Familia: Génesis 15:1-6 & 21:1-3; Colosenses 3:12-21; Lucas 2:22-40
Los peregrinos en La Salette muchas veces preguntan sobre el significado de las rosas, las cadenas, el crucifijo y, especialmente, el martillo y las tenazas que la Bella Señora añadió al simple atuendo de las mujeres de los alrededores de Corps. Ya que ella misma no dio ninguna explicación, y aunque existe una cierta tradición que tiene que ver con estos detalles, cualquier interpretación razonable es posible.
Sin embargo, estos elementos no tienen que ver con lo esencial de la Aparición. Miremos más de cerca a esta mujer, vestida de “sincera compasión, bondad, humildad, dulzura y paciencia”. Sí, esta es Nuestra Señora y nuestra Madre, en quien encontramos las virtudes recomendadas por San Pablo a los colosenses.
La dulzura de su voz tranquilizó a Maximino y Melania y calmó sus temores. Su bondad es evidente en todo lo que ella hace y dice – aun cambiando del francés al dialecto local cuando se dio cuenta que los niños no entendían. Su mensaje, hasta en sus partes más exigentes, está imbuido con la compasión que la movió a venir a nosotros, para reconciliarnos con su Hijo. Con toda humildad, María lloró en la presencia de estos jovencitos extraños. “Y a ti misma una espada te atravesará”, como Simeón le había dicho.
Estas son también las cualidades de una familia cristiana, en ambos sentidos del término: El hogar cristiano y la Iglesia Universal, San Pablo luego escribe: “… sopórtense unos a otros y perdónense unos a otros… y sobre todo háganlo todo con amor”
¿Es esto realmente posible? Por supuesto. Aunque ejemplos de esto parezcan ser relativamente raros. Vemos tantos conflictos, tanto odio. El perdón se hace cada vez más y más difícil, aun entre los cristianos.
El amor cristiano no es automático. “Cristiano” se refiere a la fe en Jesús. En Génesis leemos. “Abraham confió en el Señor y esto le fue tomado en cuenta para su justificación” Así como la fe fue la fundación del edificio de la descendencia de Abraham, así es también para la familia cristiana. Pero necesita ser profunda y sólida.
Muchas personas que se dedican a Nuestra Señora de La Salette llevan una cruz con el martillo y las tenazas. Pero deberíamos también imitar la manera como que ella trató con los dos niños que ella misma escogió; como ella, necesitamos poner nuestra “sincera compasión, dulzura…”
Epifanía
(Epifanía: Isaías 60:1-6; Efesios 3:2-6; Mateo 2:1-12)
Para los cristianos, la palabra Epifanía tiene un significado limitado, especifico. Si lo buscamos en un diccionario de la Grecia Antigua, podrías sorprendernos al ver cuántos significados tiene. Los ejemplos incluyen: Lo que algo aparenta; cuando algo o alguien se hace visible; los que se ve sobre la superficie; la sensación creada por alguien. En resumen, algo o alguien que es visto o percibido.
Los Magos fueron motivo de sensación cuando llegaron a Jerusalén. Antes de eso, ellos vieron una estrella que se les hizo visible. Ellos recibieron una epifanía y ellos mismos se convirtieron en una cuando aparecieron en escena.
Otra traducción de la palabra griega es simplemente Apariencia, intercambiable con Aparición
En La Salette el globo brillante de luz que los niños vieron primeramente reveló desde su interior a una mujer sentada, con su rostro entre las manos, llorando. Así comienza la historia de su epifanía, su aparición. Melania y Maximino describieron lo que vieron. Esto causó sensación. Podríamos parafrasear las palabras del Evangelio y decir; El Alcalde estaba conflictuado sobremanera, y toda la región por los alrededores de La Salette con él. Y, como Herodes, las autoridades locales intentaron acallarlo todo.
Sin embargo, las epifanías no están restringidas a fenómenos visuales. Es casi como cuando decimos “Ya veo” queriendo decir “ahora entiendo”, hay más en una epifanía de lo que podemos abarcar con los ojos.
Es por eso que nosotros le dedicamos más atención al mensaje de la Bella Señora que a su aparición; es por eso qué estudiamos la historia del acontecimiento, antes y después del 19 de septiembre de 1846; es porque las vidas de los dos niños son importantes, y porque la aparición es una epifanía aun hoy.
Isaías, como profeta, experimentó muchas epifanías. San Pablo experimentó una, en el camino a Damasco. Como resultado, ambos proclamaron la inclusión de los Gentiles en el plan salvífico de Dios: “Los pueblos caminarán a tu luz”, “los Gentiles son coherederos… y partícipes de las mismas promesas en Cristo Jesús”
Los Sabios representaron a las Naciones. Ellos caminaron a la luz de una estrella que cambió sus vidas.
En tanto que la Salette siga siendo una epifanía, tendrá el poder de cambiar vidas.
Glorificando a Dios
(Cuarto domingo de Adviento: 2 Samuel 7:1-16; Romanos 16:25-27; Lucas 1:26-38)
El lema de la Compañía de Jesús es: Ad majorem Dei gloriam – Para la mayor gloria de Dios. La lectura de San Pablo de hoy expresa, en una larga oración, el mismo sentir: “A aquel que los fortalece… sea la gloria para siempre.”
La gloria de Dios es infinita. No nos es posible añadirle nada. Podemos, sin embargo, buscar ser reflejo de su gloria cada vez más en nuestras vidas. Es un asunto de servicio, ya sea grande o pequeño, según nuestra vocación y nuestras habilidades.
Un famoso biógrafo de Santa Teresa de Calcuta la describió como habiendo hecho Algo Hermoso para Dios. El Rey David tuvo la misma idea, pero no era su vocación. Con todo, él fue premiado por su deseo de servir, y la promesa que se le hizo fue cumplida en Jesús por medio de las palabras del Ángel: “Y su reinado no tendrá fin.”
No todos nosotros glorificamos a Dios como nos gustaría. No es una elección que nos toca. María seguramente nunca esperó ser la madre del Mesías. Pero ella no rechazó el llamado de Dios, y vivió su vocación según los dones que ha recibido. De hecho, inmediatamente después de la Anunciación, ella partió sin demora para ayudar a su prima. En esto y a lo largo de su vida el Señor estaba siendo glorificado (“engrandecido”) en ella.
Melania nunca esperó encontrarse con la Santísima Virgen y recibir de ella un mensaje para su pueblo. El momento vino después, cuando ella con alegría hubiera servido a Dios como una religiosa. Pero no fue el caso. En cambio, tuvo que enfrentar muchas pruebas, y el Señor fue glorificado en su fidelidad.
Sin embargo, no podemos darnos el crédito cuando Dios es glorificado en nuestras vidas. En uno de los prefacios de la Misa reconocemos esto de manera clara: “Aunque no tienes necesidad de nuestra alabanza, nuestra propia acción de gracias es tu don ya que nuestras alabanzas no añaden nada a tu grandeza, pero son propicias para nuestra salvación.”
A veces, todo lo que podemos hacer es reconocer su gloria, y proclamarla, como lo hacemos en el Salmo de hoy, por ejemplo: “¡Cantaré eternamente tu bondad, Señor!”
En este contexto, podemos entender el mensaje de La Salette como un eco del Salmo 34:4, es como si María nos estuviera urgiendo: “Glorifiquen conmigo al Señor, juntos alabemos su nombre.”
La Identidad
(Tercer Domingo de Adviento: Isaías 61:1-11; 1 Tesalonicenses 5:16-24; Juan 1:6-8,19-28)
En su Magníficat (el salmo responsorial de hoy) María gozosamente se identifica como la servidora del Señor. Lo cual significa que ella comprendió su rol en el plan de Dios. Juan el Bautista se identifica como una Voz. Él también sabía su rol, su lugar.
La Bella Señora de La Salette no se identificó de la misma manera, pero habló de su rol: “Estoy aquí para contarles una gran noticia” Por lo tanto, se identificó a sí misma, como la mensajera de Dios.
Isaías se describe con términos similares. Él es enviado por Dios para traer novedades, para proclamar, para anunciar.
Lo que hacemos, sin embargo, no nos define completamente. Cuando San Pablo anima a los tesalonicenses a que se regocijen, se abstengan de hacer el mal, hay una realidad subyacente que explica el hacer, el rol, el comportamiento. Ellos son los discípulos de Jesucristo, por lo tanto, viven de una determinada manera.
Ese es el mensaje de María en La Salette. La diferencia está en que San Pablo estaba animando a Cristianos que eran conscientes de su identidad, en tanto Nuestra Señora estaba hablando a aquellos que habían perdido el sentido de la identidad cristiana, y cuyos comportamientos contradecían de muchas maneras dicha identidad.
La conversión, un volver, un retorno a la manera cristiana de vivir la vida podría restaurar esa identidad. María promete que, si su pueblo se convierte, sus campos volverán a producir con abundancia. Especulando un poco, esto sería como el cumplimiento de la profecía de Isaías: “Como el suelo echa sus brotes…, así el Señor hará brotar la justicia y las alabanzas ante todos los pueblos”.
Lo que todas las plantas hacen, sin importar su especie, es crecer y producir fruto. Así las hizo Dios y así ellas hacen la obra de Dios. Lo que hacen los verdaderos discípulos de Cristo es crecer en su fe y producir frutos de justicia, se santifican y perseveran en pureza hasta la venida de nuestro Señor. Esto es lo que Dios nos llama a hacer, esta es su obra, como San Pablo escribe, El cumplirá sus promesas,
Por lo tanto, no debe haber diferencia entre lo que somos y lo que hacemos. Un poeta llamado G.M. Hopkins escribió que todo en el universo clama: “Lo que hago soy: para eso vine” Esto se aplica a Juan el Bautista y – ¿por qué no? – a nosotros.
Traducción: Moisés Rueda, M.S.
Preparando el camino
(Segundo Domingo de Adviento: Isaías 40:1-11; 2 Pedro 3:8-14; Marcos 1:1-8)
En 1972, cuando era un seminarista estudiando en Roma, mis papás vinieron a Europa y viajamos a la Santa Montaña de La Salette, que está a 1800 metros sobre el nivel del mar.
Tomamos el bus desde Grenoble (a unos 215 metro sobre el nivel del mar) viajando al largo de una carretera estrecha, sinuosa y cada vez más empinada. ¡Mi pobre madre estaba aterrorizada, y miraba el piso del bus durante la mayor parte del viaje! Seguramente ella hubiera preferido que los valles fueran rellenados y las montañas aplanadas.
En el antiguo este, nuevas carreteras debieron ser construidas con anticipación a la visita de un monarca, o al menos las viejas carreteras reparadas. No es distinto a la moderna costumbre de colocar la alfombre roja.
La llamada de Isaías para preparar en camino del Señor no tiene nada que ver con las montañas y los valles físicos. Su preocupación, como la de Juan Bautista, era el hecho de que los altibajos y las cosas difíciles de nuestras vidas pueden algunas veces convertirse en obstáculos ante el plan que Dios tiene para nosotros.
Aquellos que suben a la Montaña donde la Virgen María se apareció encuentran el mismo mensaje: un llamado al arrepentimiento y al perdón de los pecados. En su mensaje ella nos recuerda, en un lenguaje sencillo, de los medios ordinarios para alcanzar esa meta.
Juan el Bautista fue enviado a preparar el camino del Señor Jesús. Su objetivo era que sus propios discípulos estuvieran listos para abandonarlo y seguir a Aquel que viniera detrás de él. El cumplió ese papel seriamente, con toda humildad. En el Evangelio de Juan, él se refiere a Jesús y a sí mismo: “Él debe crecer, yo disminuir”
De manera similar en la Salette, María no pidió nada para sí misma. Todo lo que ella quería era persuadir a su pueblo para que siguiera de nuevo a su Hijo, volviendo a la práctica de su fe.
“¡Ven Señor Jesús!” es un tema recurrente en Adviento. Se refiere no solamente a la próxima Fiesta de la Navidad, sino al regreso definitivo de Jesús al final de los tiempos. San Pedro escribe que nosotros no deberíamos solamente esperar por esa venida, sino que debemos vivir para apresurarla.
Tan desafiante como es el llamado a la conversión, así debería ser realmente muy atractivo para nosotros. Después de todo, ¿Por qué no quisiéramos estar en una relación correcta y cercana con Dios?
María prepara el camino del Señor hacia nosotros, y el nuestro hacia él.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.
Fieles y en vigilante espera
(Primer Domingo de Adviento: Isaías 63:16-64:7; 1 Corintios 1:3-9; Marcos 13:33-37)
Cada año en el Primer Domingo de Adviento. El Evangelio (ya sea de Marcos, Mateo o Lucas) nos dice que hay que estar “atentos” “vigilantes” “permanecer despiertos” ante la llegada del amo.
La Aparición de Nuestra Señora de La Salette, como la mayoría de las apariciones, tiene el similar propósito. Es como si la Virgen Santísima nos estuviera diciendo, “¡Abran los ojos! Vean los que están haciendo. ¿Por qué no prestan atención? ¡Despierten!
Así como el regreso del amo no puede ser predicho, nadie podía haber anticipado un acontecimiento tal como una aparición y en un lugar tan lejano. Nadie podría haber esperado que Melania Calvat o Maximino Giraud, entre tanta gente, tuvieran semejante encuentro y trajeran un mensaje tan sorprendente.
Aun así, cuando María dice, “Si la correcha se arruina, es únicamente por culpa de ustedes,” ¿Acaso su voz no resuena en las palabras de Isaías: “Nos ocultabas tu rostro y nos entregabas al poder de nuestras culpas?” ¡Qué terrible perspectiva!
En ambos casos, el pueblo de Dios daba por hecho de que Dios estaba de su lado. Ellos nunca esperaban realmente que Dios los abandonara. Eran, después de todo, su pueblo. El tenía un deber para con ellos.
Lo que olvidaron, precisamente, es que ellos eran su pueblo, que ellos también tenían una responsabilidad con él. Aquí vemos de nuevo el carácter profético de La Salette, al tiempo que ella habla de las advertencias dadas en el pasado, de la falta de fidelidad en la vida de su pueblo, de la necesidad de sumisión.
La imagen que tenemos de los sirvientes es la de la sumisión. Su única responsabilidad es la de llevar a cabo de manera fiel la voluntad de su amo, idealmente por amor al amo, como los cristianos de Corinto, a quienes Pablo escribe: “De hecho, no carecen de ningún don, ustedes que aguardan la manifestación de nuestro Señor Jesucristo;” más adelante en la misma carta, enfatiza que los dones existen para ser puestos en uso del bien de la comunidad.
Seamos fieles, servidores vigilantes, sumisos en el amor, esperando no en el miedo sino en alegre anticipo y espera de que el Señor verdaderamente se revelará a nosotros en nuevas maneras a lo largo de este nuevo año litúrgico.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.
De tal Rey, tal Reina.
(Solemnidad de Cristo Rey: Ezequiel 34:11-17; 1 Corintios15:20-28; Mateo 25:31-46)
Hambriento, sediento, desnudo, forastero, enfermo, preso. Esa es la lista que Jesús usa en la famosa escena del juicio en el Evangelio de Matero. Hay otra lista, en la lectura de hoy que está tomada de Ezequiel, donde el Señor cataloga todas las cosas que él hará por sus ovejas, como encontramos en los versículos previos (no incluidos), los pastores oficiales fracasaron a la hora de hacer tales cosas.
Pero, como con otras listas en las Escrituras, estas no son exhaustivas. Estas listas nos orientan en una cierta dirección y nos permiten ver más allá de la misma lista, para sustraer “nuevas y mejoradas” listas según el mundo en el que nos toca vivir. Así es exactamente como muchas Órdenes Religiosas empezaron su existencia. Algunas literalmente dando de comer a los hambrientos y vistiendo al desnudo. Algunas supliendo otras necesidades igualmente importantes.
Es interesante que, aunque el hambre y la enfermedad son mencionadas específicamente en el mensaje de La Salette, la perspectiva es bastante diferente. Eso males son vistos como consecuencia del pecado.
Cuando las personas buscan su propia desgracia, podemos ser “críticos” y estar contentos de culparlos. Pero eso no nos libera de acudir en su necesidad. Jesús se identifica con el “pequeño”, el que está más por debajo de todos, de quien podríamos pensar como “esa gente”. Lo que hagamos o dejemos de hacer – aun por ellos - lo hacemos o no lo hacemos por El. Jesús dice que ninguno de nosotros tiene el derecho de mirar para otro lado cuando nos confrontamos con las necesidades esenciales de los demás.
Nuestra Señora, a quien nosotros también llamamos la “Reina de La Salette” no contenta con culpar a su pueblo, ella vio más allá de sus sufrimientos. Ella vino a “Buscar a las ovejas perdidas y traer de vuelta a las descarriadas” (véase Ezequiel) prometiendo abundancia “si se convierten”
Ella habló de la Cuaresma. ¿Cómo podríamos nosotros adoptar las prácticas cuaresmales y no ser conscientes de la muerte de los niños y del hambre que sigue golpeando al mundo? Si nos convertimos no podemos hacernos los de la vista gorda.
En el Evangelio, es claro que no responder a las necesidades de los demás refleja un fracaso a la hora de comprender completamente las implicancias del discipulado.
Una vez más, el Mensaje de Nuestra Señora de La Salette es marcadamente cercano al mensaje del Cristo. El Rey y la Reina están en perfecta concordancia.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.
Sede de la Sabiduría
(Trigésimo segundo domingo del Tiempo Ordinario: Sabiduría 6:12-16; 1 Tesalonicenses 4:13-18; Mateo 25:1-13)
Confucio dice: Hay tres métodos para aprender la sabiduría: Primero, por reflexión, que es la forma más noble. Segundo, por imitación, que es la forma más fácil. Tercero, por experiencia, que es la forma más amarga.
Las vírgenes necias de la parábola tuvieron que sufrir las amargas consecuencias que les trajo la experiencia. Los padres y los profesores tratan de ayudar a los niños a evitar dichas situaciones. Idealmente, la juventud aprendería a reflexionar antes de actuar. Esa en la meta de la Sabiduría, personificada en la primera lectura.
La Sabiduría es descrita como resplandeciente; y “ella misma se da a conocer a los que la desean, ella misma va de un lado a otro buscando los que la merecen”. ¿Cómo puedo yo leer estas palabras sin pensar en la Bella Señora?
Uno de los títulos en las letanías de la Santísima Virgen es: Sede de la Sabiduría. Las explicaciones difieren como también lo hace la iconografía. Esencialmente, sin embargo, tenemos que entender que Jesús en su humanidad aprendió un poco de sabiduría de su madre, la cual a su vez adquirió la suya al “guardar todas esas cosas, meditándolas en su corazón” (Lucas 2: 19)
El refrán del Salmo Responsorial, “Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío” es similar a un concepto sabio que es popular hoy, a saber, que hay en cada uno de nosotros un lugar hecho para Dios y que solamente Dios puede llevarlo. Mientras ese lugar permanezca vacío, estaremos sedientos.
San Pablo hace referencia al tema de la muerte para que los tesalonicenses no ignoren la esperanza que les es propia. Si vemos aquello a la luz de las palabras de Jesús, “permanezcan despiertos porque no saben ni el día ni la hora”, encontraremos la más profunda sabiduría de la parábola.
En La Salette, María no viene a impartir conocimientos, sino sabiduría, que el algo más profundo, más rico, más significativo. Ella quieres que su pueblo aprenda desde la experiencia del dolor. Ella les muestra lo que está pasando (“se los advertí el año pasado con respecto a las papas. Ustedes no hicieron caso”
Ella también muestra los que podría suceder (“si se convierten…”) y alude a la sabiduría contenida en el ritmo de las oraciones de la Iglesia (tarde y mañana), semanalmente (la Misa) anualmente (la Cuaresma).
Ella quieres que “estemos atentos” para imitarla, reflexionando todas estas cosas en nuestro corazón.