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segunda-feira, 30 dezembro 2019 11:24

Oração pelo Ano Vocacional

Deus nosso Pai, vos agradecemos por nos terdes chamado para acolher e compartilhar o dom da vida.

Vós, que através de Jesus Cristo escolhestes os primeiros discípulos a proclamar a Boa Nova, e que derramastes o vosso Espírito sobre a Igreja:

renovai-nos em nossa vocação e missão de reconciliação;

fazei ressoar o mesmo apelo em muitos jovens para responderem generosamente às necessidades de nossos irmãos e irmãs, seguindo o exemplo de Maria, a bela Senhora de La Salette;

Despertai nos homens e mulheres de nossos dias o desejo de ser "luz" e "sal" na Igreja e no mundo. Amém.

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segunda-feira, 30 dezembro 2019 09:58

Haiti - Marry Christmas and Happy New Year

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Llamados, Formados, Enviados

(2do Domingo Ordinario: Isaías 49:3-6; 1 Corintios 1:1-3; Juan 1:29-34)

San Pablo se presenta a sí mismo como el “llamado a ser Apóstol de Jesucristo”, y les recuerda a los Corintios que ellos son “llamados a ser santos”. En la primera lectura, leemos acerca de uno que dice: el Señor “me formó para que yo sea su Servidor;” Juan el Bautista habla de “aquel que me envió a bautizar con agua”.

Todo esto se ve reflejado en la respuesta del Salmo: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”.

El servidor de Dios luego declara: “Yo soy valioso a los ojos del Señor”. No se atribuye mérito alguno, únicamente lo que el Señor ha hecho por él y lo que prometió realizar por medio de él: “Yo te destino a ser la luz de las naciones” 

Cuando Dios elige personas para su servicio, no es necesariamente porque tengan habilidades especiales. Por el contrario, pone su mirada sobre ellos, los elige y luego derrama sus dones sobre ellos. Juan el Bautista, por ejemplo, recibió el poder de reconocer a Jesús como el Cordero de Dios e Hijo de Dios. 

A menudo observamos que los niños elegidos por Nuestra Señora de La Salette no tenían talentos especiales para llevar adelante la misión que ella les confió. Ella les proveyó de lo que carecían, y fueron admirables resistiendo los sobornos y las amenazas, respondiendo a las objeciones y a las preguntas capciosas. Así fue como ella los llamó, los formó, y los envió.

Podemos decir lo mismo de nosotros. Cualquiera sea nuestra vocación, o la manera en que fuimos atraídos a ella, fue obra de Dios. Así, uno de los principios más importantes de la vida espiritual es este: Ve a donde te sientas atraído. El discernimiento, después de todo, es precisamente el descubrimiento en oración de la respuesta dada por Saúl en el camino de Damasco: “¿Qué debo hacer, Señor?” (Hechos 22:10)

Una vocación Saletense está a menudo, por decirlo así, inserta en o superpuesta sobre otra vocación. En las variadas circunstancias de nuestra vida como laicos, religiosos o clérigos, nos sentimos atraídos por la Bella Señora. Ella que declaró ser la servidora del Señor, nos invita a servir con ella al Señor.

Como Maximino y Melania, puede que no seamos los candidatos que nosotros mismos escogeríamos, pero podemos confiar en que María nos provea de guía y de inspiración.

Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.

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Voz del Señor

(Bautismo del Señor: Isaías 42:1-7; Hechos 10:34-38; Mateo 3:13-17)

Los grandes cantantes y oradores saben cómo modular sus voces. De esa manera pueden comunicar lo sutil y lo profundo, la infinita variedad de las emociones en las palabras que dicen o cantan. Dios lo sabe.

Esto explica por qué hay tantos libros en la Biblia. Tan variados y ‘modulados’, como lo son, todos ellos hablan con la voz de Dios, que en las lecturas de hoy se oye venir desde el cielo, de un profeta y de un apóstol. El salmista la oye en el trueno, tal vez, y la describe como poderosa y majestuosa. 

Nosotros no podemos escuchar la voz de Dios del mismo modo como escuchamos a la gente que nos rodea. En la Misa contamos con los lectores y los sacerdotes (o los diáconos) para anunciar la palabra con elocuencia, pero con simplicidad, decirla de tal manera que la palabra se haga viva, y así tocar nuestros corazones y nuestras mentes directamente.

Las Escrituras no titubean para hablar con voz de mujer, de modo más notable en el Cantar de los Cantares, y en los libros de Rut, Judith y Sabiduría. La Salette está bien situada dentro de esta tradición.

Al escuchar las palabras de Jesús en el Evangelio de hoy, podríamos preguntarnos qué quiso decir cuando le habla a Juan, “Conviene que así cumplamos todo lo que es justo”. Muchos expertos, tantos antiguos como modernos, concuerdan que esto significa llevar a cabo la voluntad de Dios.

Este principio yace en el corazón del mensaje de María en La Salette. La voluntad de Dios para nosotros siempre es para nuestro bien. Dándole gracias a él es, como decimos al iniciar el Prefacio de la Misa, justo y necesario. Pero lo que es justo y necesario va más allá del cumplimiento de los requisitos legales.

El concepto bíblico de justicia se refiere a un estado del ser en el que todo es como debe ser, cuando todos hacen los que es justo y necesario. De ese modo llegan para todos la paz y la alegría.

Sin usar la palabra, la Bella Señora estaba describiendo la injusticia de su pueblo. Siendo negligente con las cosas de Dios, se colocó a sí mismo en un estado en el cual nada era como debería ser, y se encontró a si mismo apartado de la alegría y de la paz.

Como Jesús, somos llamados hijos amados de Dios, con quienes él se complace. Modulando su voz a la de aquel mensaje, María se comunica con nosotros de nuevo, de una manera maravillosa.

Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.

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El Misterio de los Magos

(Epifanía: Isaías 60:1-6; Efesios 3:2-6; Mateo 2:1-12)

Por un corto tiempo, toda Jerusalén estaba hablando de unos extranjeros que habían llegado desde el este, haciendo una pregunta extraña. Los expertos bíblicos de aquel tiempo encontraron una respuesta, y Herodes los envió a su camino.

¿Quiénes eran? ¿Cuántos? ¿Cómo reconocieron la estrella? ¿Qué la identificaba con el nacimiento de Cristo? ¿Cómo podía la estrella moverse hacia el sud desde Jerusalén hasta Belén? Abundan las teorías, algunas bastante interesantes. 

Pero nada de todo eso es realmente importante. Esas cosas pueden fácilmente distraernos de lo esencial del texto—el objetivo de la búsqueda de los Magos: Jesús.

No parece probable que San Pablo haya alguna vez oído hablar de los Magos. Pero ahonda en sus historias de una manera más efectiva: “Fue por medio de una revelación como se me dio a conocer este misterio, [que] consiste en que también los paganos participan de una misma herencia, son miembros de un mismo Cuerpo y beneficiarios de la misma promesa en Cristo Jesús, por medio del Evangelio”. Así se cumple la promesa hecha a Jerusalén por Isaías: “Las naciones caminarán a tu luz”.

A finales de 1846, todos en la diócesis de Grenoble, y más allá, estaban hablando acerca de una misteriosa Bella Señora que había venido, al parecer, del cielo. Su objetivo era similar al de la estrella de la Epifanía: indicar el camino (en este caso, indicar el camino de regreso) a aquel al que ella llama “mi Hijo”.

Los Sabios “cuando vieron la estrella se llenaron de alegría, y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre”. En La Salette, Maximino y Melania vieron algo muy diferente. Jesús estaba representado no como un bebé sino como el Salvador crucificado. La Salvación anticipada en los relatos de la infancia de Jesús se cumplió en el Calvario.

Al reflexionar en el relato del Evangelio y en la aparición de Nuestra Señora de La Salette, miramos al pasado. Sin embargo, los dos acontecimientos nos invitan a entrar también en el misterio del presente, y en el del futuro.

La Iglesia hace memoria de los Magos por una razón. Nosotros hacemos memoria de La Salette por una razón similar. Los dos llevan la esperanza expresada en la respuesta del Salmo de hoy: “¡Pueblos de la tierra, alaben al Señor!” ¿Podemos hacer nuestra parte para que esto se haga una realidad?

Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.

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Qué Lucir, Cómo Comportarse

(La Sagrada Familia: Sirácides 3:2-12; Colosenses 3:12-21; Mateo 2:13-15, 19-23)

Una de las primeras cosas que se nota acerca de Nuestra Señora de La Salette es su atuendo. Además de las prendas típicas de las mujeres del lugar—vestido largo, delantal, chal, zapatos y gorro—hay rosas, una cadena ancha, una pequeña cadena de la cual cuelga un crucifijo, y una luz particularmente brillante en torno a su cabeza, usualmente representada como si fuera una corona.

Pero eso no es todo. Ella se revistió también “de sentimientos de profunda compasión, de benevolencia, de humildad, de dulzura, de paciencia””, como San Pablo recomendó hacer a los cristianos de la comunidad de Colosas, a los que llama “elegidos de Dios, sus santos y amados”.

En la primera lectura, estas cualidades se expresan con el verbo “honrar”, especialmente referido a los padres. El Evangelio nos recuerda que no hay familias sin crisis.

Pablo incluso reconoce la realidad dolorosa de“que alguien tenga motivo de queja contra otro”, enfatizando la necesidad del perdón mutuo. Es un hecho de la vida que, aun en las mejores familias y en las mejores comunidades, no siempre nos caen bien las personas que amamos.

Supongo que esto es verdad en la gran familia de La Salette: Misioneros, Hermanas, Laicos. Cuando a menudo nos codeamos con la misma gente, a veces nos pisamos los pies unos a otros. Como Apóstoles de la Reconciliación, esto es especialmente preocupante para nosotros. ¿Qué hacer al respecto?

Primeramente, ya que estos momentos ciertamente son inevitables, pueden anticiparse hasta cierto punto. Podemos cultivar las actitudes que San Pablo propone, especialmente la prontitud para perdonar. A veces, el diálogo puede conducirnos a un mejor entendimiento; entonces el perdón podría no ser necesario. En la voluntad de arreglar las cosas entre nosotros, podemos ser creativos usando las herramientas de la caridad a nuestra disposición. (ver también 1Corintios, 13)

María recomendó recitar al menos un Padre Nuestro – en el que rezamos “perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden” – y un Ave María – en el que se nos recuerda “la hora de nuestra muerte”. Esto debería ayudarnos a poner las tensiones personales en una perspectiva adecuada.

En sus propias palabras, la Bella Señora se hace eco de la regla de oro enunciada por San Pablo: “Todo lo que puedan decir o realizar, háganlo siempre en nombre del Señor Jesús”.

Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.

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Amén, el Ser y el Hacer

(4to Domingo de Adviento: Isaías 7:10-14; Romanos 1:1-7; Mateo 1:18-24)

En los versículos que preceden a nuestra primera lectura, nos enteramos de que los enemigos de Judá estaban uniendo fuerzas para atacar Jerusalén. Ante tal noticia, “se estremeció el corazón del rey y el corazón de su pueblo”, Entonces Dios envió a Isaías ante el Rey Ajaz para decirle, “No pierdas la calma; no temas... Si ustedes no creen, no subsistirán”.

Esta última frase traduce el mismo verbo hebreo “Aman” dos veces. De aquí surge la palabra, Amén, que usamos nosotros, por ejemplo, para expresar la firmeza de nuestra fe en la Eucaristía al recibir la Comunión. Dependiendo del contexto y de la forma gramatical, “Aman” puede ser traducido en una docena de maneras o más.

Tomándome ciertas libertades, propongo una traducción que no podrán encontrar impresa en ninguna parte: “Si tu vida no se convierte en Amén, nada podrás Amén.” En la primera parte, como sustantivo, indica la vivencia de la fe en todas sus dimensiones, el verbo en la segunda parte indica la firmeza. EL Rey Ajaz carecía de esa actitud, no había nada de Amén en él. Al negarse a confiar en la promesa de Dios, no quiso buscar una señal.

San Pablo escribe que, como Apóstol, fue enviado “a fin de conducir a la obediencia de la fe”. El vivenciaba el Amén en sí mismo y quería que todos lo hagan también.

El relato de José es un gran Amén, una historia llena de fe. “Hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado”.

María en La Salette hizo un llamado a la obediencia en la fe: “Si mi pueblo no quiere someterse”, dijo, y añadió luego, “si se convierten”. Aquella que dijo, “yo soy la servidora del Señor”, encontró entre su pueblo una actitud que respondía a las cosas de Dios, un anti-Amén.

Nuestro Evangelio de hoy relata “el origen de Jesucristo”. Es una historia maravillosa, que requiere de nosotros la obediencia de la fe. Esto es cierto para cada aspecto de la vida de Jesús.

En La Salette la Virgen Madre nos deja ver a su Hijo crucificado sobre su pecho. Es especialmente en su pasión que él llega a ser, como es llamado en Apocalipsis 3:14, “El que es Amén, el Testigo fiel y verídico”.

Ruego que la fiesta venidera del su nacimiento nos lleve a todos no solamente a decir Amén, sino a convertirnos en Amén, a practicar el Amén, siempre y en todas partes, como María, como Pablo, como el mismísimo Jesús.

Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.

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¿Qué Ves?

(3er Domingo de Adviento: Isaías 35:1-10; Santiago 5:7-10; Mateo 11:2-11)

La noción de la vista domina las escrituras de hoy. Isaías: “Entonces se abrirán los ojos de los ciegos”; el Salmo: “El Señor abre los ojos de los ciegos”; Santiago: “Miren cómo el sembrador espera”; Mateo: “Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven: los ciegos ven...”; y: “¿Qué fueron a ver al desierto?”

El significado del verbo “ver” abarca desde la simple percepción visual, pasando por la observación atenta, hasta el entendimiento intelectual. ¿Acaso no es así como procede la ciencia?, conforme busca revelar los misterios del universo. 

Sin embargo, hay misterios que la ciencia no puede alcanzar. No está equipada para explorar el mundo del amor, la fe, el significado de la vida. Aquí nos hace falta otro tipo de revelación, la Palabra de Dios. 

Es por eso que encontramos numerosas citas y paráfrasis del Antiguo Testamento en el Nuevo Testamento. La respuesta de Jesús a los discípulos de Juan, por ejemplo, evoca varios textos de Isaías. Santiago se refiere más ampliamente a los profetas. Se nos recuerda muy a menudo que Jesús no vino a abolir la Ley o los Profetas, sino a dar cumplimiento. (Mateo 5:17)

Están también las que llamamos revelaciones privadas. La aparición de Nuestra Señora de La Salette, formalmente aprobada en 1851 por el Obispo de Grenoble, entra en esta categoría. Nadie está obligado a creerla; pero para los que lo hacemos, nos vierte luz en nuestra relación con el Señor, abre nuestros corazones para contemplar su amor, y nos ayuda a entender tanto el significado y las implicaciones concretas de la vida cristiana.

Estas reflexiones semanales pueden quizá servir como ejemplo. Por medio de ellas nos acercamos a las lecturas del domingo desde la perspectiva del mensaje y del evento y, sobre todo, de María misma. 

Cualquiera de nosotros puede hacer esto. Primero, te pones en su presencia, renovando el afecto por ella y recordando el afecto que ella te tiene. Recrear en tu mente todos los elementos de la aparición que tienen más significado para ti.

Luego, echando una mirada a las lecturas. Observar la resonancia entre esos elementos y La Salette. Al fin y al cabo, la pregunta es: Cuando miras por medio de los ojos de la Bella Señora, ¿qué ves?

Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.

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El Cuadro Completo

(2do Domingo de Adviento: Isaías 11:1-10; Romanos 15:4-9; Mateo 3:1-12)

El lenguaje pacífico de las dos primeras lecturas y del Salmo muestran un claro contraste con las palabras de Juan Bautista en el Evangelio.

Pero nada de esto existe de manera aislada del resto de las Escrituras. Isaías y Pablo también se expresan con palabras duras en otros lugares; otros versos del Salmo de hoy contienen imágenes relativamente violentas; y el Evangelio, como bien lo sabemos, es más lleno de esperanza que el relato de la predicación de Juan podría llevarnos a esperar.

Naturalmente nosotros tendemos a centrarnos en aquellas escrituras que nos reconfortan. Esto no es algo malo.

Lo mismo es cierto en el caso de La Salette. Yo mismo a veces me asombro al encontrar personas devotas de la Bella Señora que únicamente pueden citar el comienzo del mensaje. “Acérquense, hijos míos, no tengan miedo”, y el final. “Se lo dirán a todo mi pueblo”. El someterse, el hambre, la muerte de los niños – sí, sabemos que están allí, pero no estamos inclinados a detenernos en ellos.

De manera ideal, sería suficiente el estímulo para mantenernos en la senda correcta. Pero, como cada padre de familia y cada profesor saben, guiar a alguien incluye la corrección de las faltas y la advertencia de los peligros. En esto consiste la honestidad de Juan Bautista, por eso fue encarcelado y condenado a muerte, porque predicaba verdades incómodas.

Nos damos cuenta de que de vez en cuando es bueno para nosotros ser puestos a prueba. Podemos hasta plantearnos metas difíciles con el propósito de mejorar nuestras capacidades o nuestra condición física, y monitoreamos nuestro progreso. Puede ser un asunto muy distinto cuando el desafío nos viene de otros.

Los Fariseos y los Saduceos tenían la ley como la norma de sus vidas, y hacían todo lo posible para permanecer fieles a ella. Pudieran haber venido a recibir el bautismo de Juan como una señal de arrepentimiento por cualquier falla en su observancia. Es fácil imaginar el shock y el desagrado al escuchar: “Raza de víboras, produzcan el fruto de una sincera conversión”.

Juan no los odiaba. Habló de esa manera para asegurarse de ser escuchado por ellos. 

El mensaje de Nuestra Señora es todo amor, pero, para llegar a todo su pueblo, ella necesitaba mostrar el cuadro completo, llamándonos tanto al arrepentimiento como a la esperanza.

Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.

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El Punto de Inflexión

(1erDomingo de Adviento: Isaías 2:1-5; Romanos 13:11-14; Mateo 23:37-44)

“Tomé el libro; lo abrí y leí en silencio el primer capítulo que se me vino a los ojos, y decía: ‘Basta de excesos en la comida y en la bebida, basta de lujuria y libertinaje, no más peleas ni envidias. Por el contrario, revístanse del Señor Jesucristo, y no se preocupen por satisfacer los deseos de la carne’”.

Agustín había oído que sonaba como la voz de un niño cantando, “Toma y lee”. No era un juego de chiquillos, y comprendió que las palabras se dirigían a él. Él tomó el libro que posaba sobre una mesa cercana, que contenía las cartas de Pablo. 

En este momento de su vida, Agustín estaba en el punto de inflexión de su conversión. Abriendo el libro al azar, leyó las palabras citadas arriba que están en la carta de Pablo a los Romanos – hoy la segunda lectura – y ¡su transformación fue completa!

Estas palabras son parte de una exhortación que comienza así: “Abandonemos las obras propias de la noche y vistámonos con la armadura de la luz”.

La llamada de Jesús a permanecer despiertos es al mismo tiempo un recordatorio para no morar en la oscuridad. El cristiano está para permanecer vigilante, siempre listo y deseoso de “caminar a la luz del Señor”.

El tiempo de Adviento comienza hoy. Nos prepara para celebrar la venida de Cristo, la luz del mundo.

Pero aun en los fieles corazones cristianos pueden subsistir las sombras, lugares de oscuridad que nos refrenan de entrar completamente en la luz. Nuestra Señora de La Salette se apareció en una luz deslumbrante. Melania y Maximino estaban aterrados, pero ella los llamó y los envolvió en su brillantez. Sus palabras también, una invitación a su pueblo para liberarse de las tinieblas que lo envolvía.

Como Agustín, tal vez sepamos lo que tenemos que hacer para seguir a Cristo de una manera perfecta, pero nos quedamos vacilando en el momento de inflexión. Puede ser de ayuda, en este caso, cerrar los ojos e imaginarnos estar de pie con los dos niños, tan cerca de la Bella Señora que, como Maximino dijo, “nadie hubiera podido pasar entre ella y nosotros”.

Como siempre, ella nos acercará más a su Hijo. En su compañía, seremos capaces de hacer nuestro el refrán del Salmo de hoy: Vamos con alegría a la Casa del Señor.

Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.

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