Missionários de Nossa Senhora de La Salette morreram em 2020
Requiem aeternam dona eis, Domine,
et lux perpetua luceat eis.
Requiescant in pace. Amen.
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Títulos
(2do Domingo Ordinario: 1 Samuel 3:3-19; 1 Corintios 6:13-20; Juan 1:35-42)
¿Tienes un título? Los Misioneros de La Salette escriben MS después de sus nombres, y las hermanas de la Salette SNDS. Algunos de ustedes, nuestros lectores, seguramente poseen títulos académicos, o llevan una etiqueta que indica el rol o el status en su lugar de trabajo.
En la Biblia, los nombres a menudo están en función de un propósito. Jesús le dice a Simón, “Tú te llamarás Cefas”, que significa Pedro y define su rol, su vocación. Sería interesante especular sobre el nombre que Jesús pudiera darnos a cada uno. Una cosa es cierta: sería al mismo tiempo una bendición y una obligación.
Tomando simplemente el nombre de discípulo, por ejemplo. Es cosa bella seguir a Cristo; pero el refrán de nuestra vida entonces se convierte en el del Salmo de hoy: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”.
Esta es la sumisión a la que la Bella Señora nos llama al comienzo mismo de su discurso.
A veces no escuchamos el llamado o, como Samuel, no captamos su procedencia. Puede que necesitemos escucharlo muchas veces. Otra persona, como Elí, puede ayudarnos a entender lo que está pasando.
Si aceptamos uno de los títulos o ambos de los que fueron dados por Nuestra Señora de La Salette—“hijos míos, mi pueblo”—con buena razón sería de esperar de nuestra parte honrarla viviendo en consecuencia y llevando adelante la gran misión que ella nos ha confiado.
San Pablo propone dos nombres menos obvios para los creyentes: “templo del Espíritu Santo”, y “comprados, ¡y a qué precio!”. Así él establece la conexión con el código moral que distingue a los cristianos del resto de la sociedad de Corinto.
Una vez que hayamos reconocido y aceptado nuestra vocación, esta se revela a sí misma constantemente. Andrés dijo a Simón, “¡Hemos encontrado al Mesías!”. La verdad de aquella afirmación resonó en sus corazones y mentes por el resto de sus días.
Para nosotros, esto es especialmente verdadero en cuanto a la Eucaristía. En la Liturgia de la palabra decimos en nuestros corazones, “Habla, Señor, porque tu servidor escucha”. En el altar hacemos memoria del gran precio pagado por Jesús para salvarnos. ¿Dónde más podemos ser más conscientes de ser construidos como templo del Espíritu Santo? De allí sacamos la fortaleza que necesitamos para vivir nuestro nombre cristiano con título y todo.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.
Testimonio
(Bautismo del Señor: Isaías 55:1-11; 1 Juan 5:1-9; Marcos 1:7-11)
En el Evangelio de hoy, hay tres que dan testimonio de Jesús. El primero es Juan el Bautista, que anuncia su venida.
Los otros dos, en orden de aparición, son el Espíritu Santo, en la forma visible de una paloma, y Dios el Padre, a quien se le oye, pero no se le ve. Al comienzo del ministerio público de Jesús, ellos asumen sus roles en todo aquello que irá sucediendo. Juan el Bautista lo resume en nuestra segunda lectura: “El Espíritu da testimonio porque el Espíritu es la verdad... Y Dios ha dado testimonio de su Hijo”.
Dar testimonio de Cristo es la vocación de la Iglesia toda. Toma la forma de palabras, por supuesto, en las Escrituras y en las enseñanzas de la Iglesia.
Pero como vemos a lo largo de los Evangelios, el Padre y el Espíritu también reafirman por medio de su poder y su presencia a la persona de Jesús y a su ministerio. De ese modo se cumple lo dicho en la primera lectura de hoy: “Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo y no vuelven a él sin haber empapado la tierra, ... así sucede con la palabra que sale de mi boca: ella no vuelve a mí estéril, sino que realiza todo lo que yo quiero y cumple la misión que yo le encomendé”.
En La Salette, por importante que sea el Mensaje de la Bella Señora, su testimonio abarca mucho más que palabras. Es la luz, es el crucifijo, las rosas, las cadenas, es la elocuencia de las lágrimas.
De modo similar, hay una diferencia entre hablar con la verdad y vivirla. No hay duda que la gente del área en torno a La Salette estaba acostumbrada a los discursos religiosos tradicionales, tales como “Gracias a Dios”, pero esto no se traducía en una manera de vivir, al menos no de la manera señalada por María, es decir, la participación en la gran acción de gracias, la Eucaristía.
La vida del bautizado no es puramente sacramental, por supuesto. Toda nuestra manera de vivir debe manifestar la autenticidad de nuestra fe. En el Bautismo recibimos una vestidura blanca; así también nosotros debemos vestirnos de fe, esperanza, y amor, mientras vivimos las bienaventuranzas.
Nada de esto da a entender que las palabras no sean importantes. No podemos pensar en La Salette sin la invitación amorosa de María, su discurso, su mandato final de envío. Es posible, también, que nuestras palabras puedan ayudar a otros a comprender nuestro estilo de vida, mientras hacemos nuestra parte para la realización de la misión de la Iglesia.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.
MIANMAR – REGIÃO MARIA MÃE DA MISSÃO
Capítulo Regional: 14-17.12.2020, Pyin OO Lwin, Mianmar
Novo Conselho Regional
Pe. Jerome Saw Eiphan, superior regional (no centro)
Pe. Nicodemus Than Aye, vigário regional (para a esquerda)
Pe. David Kyaw Zwa Latt, conselheiro regional (para a direita)
Nuestra Historia y la de Ellos
(Epifanía: Isaías 60:1-6; Efesios 3:2-6; Mateo 2:1-12)
El relato de los Magos es una de las narrativas más conocidas de la Biblia. No deja de encantarnos, pero también nos invita a hacer una reflexión personal.
Al mirar tu pasado, ¿puedes recordar quién o qué fue tu estrella de Belén, y que te condujo hacia Jesús? Muchos cristianos famosos han descrito las circunstancias de sus conversiones. Todos ellos hablan de una experiencia clave o de un encuentro significativo. Súmate a esa conversación. Pregúntate: ¿Quién, Qué, Cuándo, Dónde, Cómo?
Llegados a Jerusalén, los Magos perdieron de vista la estrella, y tuvieron que confiar en las indicaciones de los eruditos de la Sagrada Escritura. Después, “La estrella que habían visto en Oriente los precedía... Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría”. Intenta revivir tu propia experiencia de gozo, aquella que tuviste cuando descubriste tu fe en Cristo Jesús.
Nuestra alegría sería aún más grande si todos los que nos rodean la compartieran. Es difícil entender por qué algunas de las personas que amamos nunca llegaron a saber lo que es creer profundamente. En nuestro contexto Saletense, es aquí donde experimentamos el desafío más grande que es “hacer conocer el mensaje”.
Los Magos, postrándose ante el niño, le rindieron homenaje. En nuestro caso, esto podría representar los sentimientos iniciales de culpa por pecados pasados, o la gratitud por las bendiciones ignoradas, o el asombrarse: ¿Por qué yo?
“Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra” ¿Qué tesoros trajiste, qué dones le ofreciste?
Al responder a esa pregunta, considera la oración del ofertorio de la Misa: “Bendito seas, Señor, Dios del Universo, por este pan, que recibimos de tu generosidad”.
San Pablo les escribe a los Efesios acerca de “la gracia de Dios, que me ha sido dispensada en beneficio de ustedes”. Somos mayordomos, no dueños, de nuestros dones; estos han sido confiados a nosotros para el servicio.
El Señor nos ayudará a discernir cuales de nuestros dones cumplirán mejor su voluntad. ¿ Es posible para nosotros el pensar que nuestro carisma saletense no estuviera entre ellos?
Él también nos concederá el deseo, quizá hasta la necesidad, de servir a su pueblo por medio de la acción y de la oración.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.
A donde la Fe nos Conduzca
(La Sagrada Familia: Génesis 15:1-6 & 21:1-3; Hebreos 11:8-19; Lucas 2:22-40)
La fe se menciona veinticuatro veces en el capítulo 11 de la Carta a los Hebreos, casi siempre en la frase “por la fe”. Las lecturas de hoy resaltan la fe de Abrahám y de Sara, y la promesa de Dios de una familia y de una descendencia tan numerosa como las estrellas.
En la primera lectura se nos dice: “Abrám creyó en el Señor, y el Señor se lo tuvo en cuenta para su justificación”. Fue Dios el que le atribuyó cierto poder a la fe de Abrám, y esto sirvió de base para el pacto a realizarse.
Este poder actúa en dos direcciones. Dios acepta nuestra fe y responde a nuestras oraciones, tal como vemos en los espléndidos ejemplos de Simeón y Ana en el Evangelio de hoy. Al mismo tiempo, sin embargo, vemos la transformación que la fe ejerció en sus vidas; Ana “no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones”. Mientras que Simeón vivió para ver el día en que la promesa del Señor se cumpliría.
La fe compartida obra del mismo modo en los grupos, en las familias, en las comunidades, y en la Iglesia. Cuando la fe de algunos se pierde, la adversidad resultante afecta al grupo. Un cierta Bella Señora observó esto desde su lugar en el cielo, y decidió intervenir. Sus palabras se parecen mucho a las que Dios pronunció ante Abrám en Génesis: ”No temas. Yo soy para ti un escudo. Tu recompensa será muy grande”.
La fe redescubierta tiene al menos el mismo impacto que la fe que nunca se perdió. El papá de Maximino es un buen ejemplo. Una vez que llegó a creer en la Aparición, recuperó su fe cristiana y regresó a los sacramentos que hacía ya mucho tiempo había abandonado, y con más fervor que nunca.
No debería sorprendernos el saber que muchos laicos saletenses han experimentado precisamente una conversión así. Pero ¿por qué limitarla a los laicos? Con certeza podemos incluir a las Hermanas y a los Misioneros.
La fe nos plantea exigencias, y a veces podemos sentir la pesadumbre, especialmente cuando consideramos nuestras propias debilidades y dudas. Pero, como Abrahám y Sara, Simeón, Ana, sin mencionar a María y José, podemos ir a donde la fe nos conduzca.
Recemos para que las experiencias de vida suyas y nuestras puedan intercalarse con las palabras, “por la fe”.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.
Maria e os sinais dos tempos
Dezembro 2020
Maria nos ensina a interpretar o curso da história…
O título desta seção nos permite saborear uma dupla realidade:
1. profunda continuidade entre os profetas bíblicos e a “Bela Senhora de La Salette” e,
2. forte matriz bíblica apropriada para uma autêntica espiritualidade saletina.
Não nos surpreende que o falecido cardeal de Milão, Carlo Maria Martini S.J., costumava dizer que entre as maiores aparições marianas, a Aparição de La Salette é a que mais revela traços e características tipicamente bíblicas. Para destacar essa continuidade, gostaria de abordar a Aparição de Nossa Senhora de La Salette através do modelo “profético” desenvolvido pelo filósofo e teólogo judeu Abraham Joshua Heschel. Quando interpretamos a aparição da “Bela Senhora” em La Salette através do trabalho de Joshua A. Heschel, à Mensagem dos Profetas, podemos destacar os seguintes pontos.
Primeiro: como os Profetas bíblicos, “A Bela Senhora” chama à conversão. As palavras de Maria que abrem a mensagem, bem como suas advertências introduzidas por “Se meu povo não quer submeter-se […]” e “Se se converterem […]”, ressoam, para nós, como um convite para retornar ao Senhor. Conversão na Bíblia não significa apenas deixar de fazer o mal para abraçar o bem, mas também se voltar essencialmente para o Senhor. De acordo com esse significado, a conversão, em vez de ser um ato único, configura-se como um processo gradual de transformação que visa assimilar-nos ao Filho, viver como ele viveu, e fazer nossas as suas escolhas.
Segundo: as várias referências à situação histórica concreta contida na mensagem acentuam a presença “profética” de Maria em La Salette. Como os Profetas bíblicos, “A Bela Senhora de La Salette” encarna uma espiritualidade profundamente ancorada na história, mas com o olhar voltado para o céu. Contextualizadas na situação histórica, as palavras da “Bela Senhora”, como as palavras dos Profetas Bíblicos, são um apelo sincero que visa mudar, a partir de dentro, a vida de seus destinatários e a história. Uma mudança que é possível através de relacionamentos “justos” entre nós e o Senhor, nós e a criação, e entre nós uns com os outros. Em La Salette, a “Bela Senhora” nos lembra que a ligação entre responsabilidade humana, justiça e história é tão profunda que decide tanto o sucesso quanto o fracasso seja social ou individual.
Terceiro: como os profetas bíblicos, Maria em La Salette, nos ensina a interpretar o curso da história com os olhos da fé; na história, ensina-nos a intus-legere a voz de Deus; ela nos ensina a discernir o que leva ao Senhor, e o que nos distância e nos afasta Dele.
Quarto: como os profetas bíblicos, Maria em La Salette, é o porta-voz de um Deus que, como adorava dizer Joshua A. Heschel, está em busca do homem, e de cada um de nós. Em La Salette, Maria desperta em nós a consciência de que Deus é um Deus peregrino, envolvido em um “êxodo divino”, em busca de seus filhos.
Quinto: como os profetas bíblicos, “a Bela Senhora de La Salette” aparece, não para comunicar verdades abstratas sobre Deus ou nos dar normas religiosas para seguirmos meticulosamente, mas, sim, para nos lembrar, através de suas lágrimas, que o Deus bíblico é um Deus “patético”, rico em pathos, no sentido primitivo da raiz grega do termo que significa ‘emoção’, ‘sentimento’, ‘paixão’, ‘sofrimento’. Deus sofre por nós. O Filho sofreu por nós. E a “Bela Senhora de La Salette” sofre por seus filhos. Essa também é uma nota que caracteriza os profetas bíblicos: de fato, toda profecia bíblica é um grito constante de que Deus não é indiferente ao mal.
As palavras de Maria em La Salette, como as palavras dos Profetas do Antigo Israel, não preveem futuro. Antes, são palavras que mostram como Deus trabalha em nossa história e qual é o nosso papel e responsabilidade nessa interação divino-humana.
Toda a criação geme pela reconciliação…
“Se a colheita se estraga, é só por vossa causa”
O Filho de Deus veio ao mundo para ‘restaurar’ a imagem e semelhança do homem com Deus. É para esta criatura a quem o Criador confiou a dominação do mundo, mas com mais precisão “dominar a terra”. No entanto, o homem muitas vezes vai além da responsabilidade que recebeu de seu Criador. E quando ele se comporta além dos limites, atrai infortúnios para si e para o universo.
A mensagem de Nossa Senhora em La Salette mostra exatamente a discrepância entre a natureza e o homem toda vez que ele não trabalha em harmonia com Deus. A deterioração da colheita é sentida como punição a Deus, porque o homem quer ser suficiente para si mesmo. Sabe-se que um humanismo sem Deus leva a desastres incalculáveis.
Considerada por São João Paulo II como “o coração das profecias de Maria”, na mensagem de La Salette destaca-se, em primeiro lugar, a denúncia do estado moral deplorável do mundo, incorporado na indiferença religiosa. A situação piorou a ponto de Nossa Senhora ameaçar de deixar cair o braço do seu filho. Sobre a Salette e seus sinais proféticos João Paulo II diz:
“Maria, mãe cheia de amor, mostrou neste local sua tristeza diante do mal moral da humanidade. Através de suas lágrimas, Ela nos ajuda a entender melhor a dolorosa gravidade do pecado, da rejeição de Deus, mas também a fidelidade apaixonada que seu Filho mantém em relação a nós seus irmãos, Ele, o Redentor cujo amor é ferido pelo esquecimento e recusa”.
A mensagem de La Salette é atual neste mundo, que parece repetir cada vez mais os erros que Maria veio para corrigir através da sua mensagem transmitida a Maximino e a Melânia. Submissão a Cristo, penitência e vida plena de oração são os grandes ingredientes que a Bela Senhora nos oferece para nossa conseqüente reconciliação com Deus.
Este caráter profético da aparição em La Salette é evidente nos sinais que Ela mesma carrega, o símbolo da grande mensagem da Virgem de La Salette: a cruz no centro, à esquerda, o martelo, e à direita a torquês. Enquanto o martelo simboliza os pecados da humanidade que pregam Jesus crucificado, a torquês simboliza a oração e a conversão.
A nossa missão, como embaixadores de Cristo, nos leva a assumir a responsabilidade que Maria confiou aos pastores, a ir a todas as pessoas, ou seja, a lembrar as pessoas o seu dever de se deixarem guiar pelo único mestre, Jesus Cristo. Quando isso acontece, quando os homens aderem ao chamado à conversão, “as pedras e rochedos se transformarão em montões de trigo”. Maria é clara ao despertar em nós a raiz profunda dos males que o mundo sofre e pode sofrer se a conversão, a submissão a Cristo não deriva do homem. Maria nos convida a retornar a Deus por meio de Cristo, cujo reinado busca restaurar a justiça das almas em todos os lugares.
Maria é o sinal da nova aliança…
É muito difícil aceitar as palavras de Maria em sua mensagem: “Se a colheita se estraga, a culpa é vossa”. Mas estas palavras expressam a verdade do fato de que o mal não vem de Deus, mas de suas criaturas. A princípio, Lúcifer e seus seguidores o fizeram, depois - os primeiros homens que foram enganados. Nossa má gestão do mundo leva à corrupção desse mundo. Essa confissão de Maria, não apenas contém uma profecia ou um julgamento sobre a situação atual, mas lembra a cada um de nós de onde vem o mal. Nos diz Aquela que não pode ser acusada de nenhum ato de desobediência à vontade de Deus. Seu “Fiat” estava e está presente em todos os seus pensamentos, em todas as suas palavras e em todas as suas ações, sem nenhuma negligência.
O primeiro mandamento de Deus dirigido a Adão e Eva: “Se fecundos, multiplicai-vos e enchei a terra, e subjugai-a e dominai-a” (Gn 1,28), nunca foi revogado. Mas, após o pecado original, a situação piorou e essa degradação não cessará até o fim do mundo. Tudo o que dá errado à nossa volta é causado por nós mesmos, motivado pelo engano de Satanás, cuja desobediência a Deus causa as armadilhas e tentações incessantes que nos assaltam. Sinais do tempo são todos os eventos que acontecem na história de cada um de nós.
Se seguirmos a advertência de Maria, que nos lembra que - parafraseando - a Terra não está completamente subjugada a nós e que algo sempre falha, deixaremos de culpar a Deus e ao mundo por todo o mal que nos acontece. A nossa correta leitura dos sinais dos tempos, devemos confirmar, antes de tudo, mostrando nossa gratidão e bendizendo a Deus pela existência que Ele deu a cada um de nós e pela vocação para a vida eterna no Céu; além disso, devemos ser gratos a Deus pelo fato de que, apesar de nossa desobediência e deslealdade, o Senhor em sua misericórdia nos concede graça e nos ajuda a colocar ordem no meio da confusão que criamos a nós mesmos. Nesse contexto, a encarnação de Jesus Cristo, Filho de Deus, parece ser um remédio necessário e nos ajuda a recuperar a obra humilde e perseverante de trazer o bem a este mundo, que também sofre com os danos.
Todo o mal que nos atinge é um sinal permanente de que deixamos Satanás nos convencer de que podemos criticar e julgar a Deus, acusando-O de administrar mal o mundo que Ele mesmo criou. Deus nunca reverteu sua decisão de dar a Terra ao homem. A responsabilidade por tudo o que acontece aqui recai somente no homem, em todos os homens e em todas as mulheres. Todo mundo é responsável por isso diante de Deus.
Portanto, podemos dizer que praticamente existe apenas um sinal permanente, evocado por Maria - o sinal que Ela indica precisamente na colheita estragada. Isso é revelado pela palavra de Deus dirigida a Adão antes de sua expulsão do Éden:
“Ao homem ele disse: “Porque ouviste a voz da tua mulher e comeste da árvore, de cujo fruto te proibi comer, amaldiçoado será o solo por tua causa. Com sofrimento tirarás dele o alimento todos os dias de tua vida. Ele produzirá para ti espinhos e ervas daninhas, e tu comerás das ervas do campo. Comerás o pão com o suor do teu rosto, até voltares ao solo, do qual foste tirado. Porque tu és pó e ao pó hás de voltar” (Gen 3,17-19).
Flavio Gilio MS
Eusébio Kangupe MS
Karol Porczak MS
Maria e os sinais dos tempos
Dezembro 2020
Maria nos ensina a interpretar o curso da história…
O título desta seção nos permite saborear uma dupla realidade:
1. profunda continuidade entre os profetas bíblicos e a “Bela Senhora de La Salette” e,
2. forte matriz bíblica apropriada para uma autêntica espiritualidade saletina.
Não nos surpreende que o falecido cardeal de Milão, Carlo Maria Martini S.J., costumava dizer que entre as maiores aparições marianas, a Aparição de La Salette é a que mais revela traços e características tipicamente bíblicas. Para destacar essa continuidade, gostaria de abordar a Aparição de Nossa Senhora de La Salette através do modelo “profético” desenvolvido pelo filósofo e teólogo judeu Abraham Joshua Heschel. Quando interpretamos a aparição da “Bela Senhora” em La Salette através do trabalho de Joshua A. Heschel, à Mensagem dos Profetas, podemos destacar os seguintes pontos.
Primeiro: como os Profetas bíblicos, “A Bela Senhora” chama à conversão. As palavras de Maria que abrem a mensagem, bem como suas advertências introduzidas por “Se meu povo não quer submeter-se […]” e “Se se converterem […]”, ressoam, para nós, como um convite para retornar ao Senhor. Conversão na Bíblia não significa apenas deixar de fazer o mal para abraçar o bem, mas também se voltar essencialmente para o Senhor. De acordo com esse significado, a conversão, em vez de ser um ato único, configura-se como um processo gradual de transformação que visa assimilar-nos ao Filho, viver como ele viveu, e fazer nossas as suas escolhas.
Segundo: as várias referências à situação histórica concreta contida na mensagem acentuam a presença “profética” de Maria em La Salette. Como os Profetas bíblicos, “A Bela Senhora de La Salette” encarna uma espiritualidade profundamente ancorada na história, mas com o olhar voltado para o céu. Contextualizadas na situação histórica, as palavras da “Bela Senhora”, como as palavras dos Profetas Bíblicos, são um apelo sincero que visa mudar, a partir de dentro, a vida de seus destinatários e a história. Uma mudança que é possível através de relacionamentos “justos” entre nós e o Senhor, nós e a criação, e entre nós uns com os outros. Em La Salette, a “Bela Senhora” nos lembra que a ligação entre responsabilidade humana, justiça e história é tão profunda que decide tanto o sucesso quanto o fracasso seja social ou individual.
Terceiro: como os profetas bíblicos, Maria em La Salette, nos ensina a interpretar o curso da história com os olhos da fé; na história, ensina-nos a intus-legere a voz de Deus; ela nos ensina a discernir o que leva ao Senhor, e o que nos distância e nos afasta Dele.
Quarto: como os profetas bíblicos, Maria em La Salette, é o porta-voz de um Deus que, como adorava dizer Joshua A. Heschel, está em busca do homem, e de cada um de nós. Em La Salette, Maria desperta em nós a consciência de que Deus é um Deus peregrino, envolvido em um “êxodo divino”, em busca de seus filhos.
Quinto: como os profetas bíblicos, “a Bela Senhora de La Salette” aparece, não para comunicar verdades abstratas sobre Deus ou nos dar normas religiosas para seguirmos meticulosamente, mas, sim, para nos lembrar, através de suas lágrimas, que o Deus bíblico é um Deus “patético”, rico em pathos, no sentido primitivo da raiz grega do termo que significa ‘emoção’, ‘sentimento’, ‘paixão’, ‘sofrimento’. Deus sofre por nós. O Filho sofreu por nós. E a “Bela Senhora de La Salette” sofre por seus filhos. Essa também é uma nota que caracteriza os profetas bíblicos: de fato, toda profecia bíblica é um grito constante de que Deus não é indiferente ao mal.
As palavras de Maria em La Salette, como as palavras dos Profetas do Antigo Israel, não preveem futuro. Antes, são palavras que mostram como Deus trabalha em nossa história e qual é o nosso papel e responsabilidade nessa interação divino-humana.
Toda a criação geme pela reconciliação…
“Se a colheita se estraga, é só por vossa causa”
O Filho de Deus veio ao mundo para ‘restaurar’ a imagem e semelhança do homem com Deus. É para esta criatura a quem o Criador confiou a dominação do mundo, mas com mais precisão “dominar a terra”. No entanto, o homem muitas vezes vai além da responsabilidade que recebeu de seu Criador. E quando ele se comporta além dos limites, atrai infortúnios para si e para o universo.
A mensagem de Nossa Senhora em La Salette mostra exatamente a discrepância entre a natureza e o homem toda vez que ele não trabalha em harmonia com Deus. A deterioração da colheita é sentida como punição a Deus, porque o homem quer ser suficiente para si mesmo. Sabe-se que um humanismo sem Deus leva a desastres incalculáveis.
Considerada por São João Paulo II como “o coração das profecias de Maria”, na mensagem de La Salette destaca-se, em primeiro lugar, a denúncia do estado moral deplorável do mundo, incorporado na indiferença religiosa. A situação piorou a ponto de Nossa Senhora ameaçar de deixar cair o braço do seu filho. Sobre a Salette e seus sinais proféticos João Paulo II diz:
“Maria, mãe cheia de amor, mostrou neste local sua tristeza diante do mal moral da humanidade. Através de suas lágrimas, Ela nos ajuda a entender melhor a dolorosa gravidade do pecado, da rejeição de Deus, mas também a fidelidade apaixonada que seu Filho mantém em relação a nós seus irmãos, Ele, o Redentor cujo amor é ferido pelo esquecimento e recusa”.
A mensagem de La Salette é atual neste mundo, que parece repetir cada vez mais os erros que Maria veio para corrigir através da sua mensagem transmitida a Maximino e a Melânia. Submissão a Cristo, penitência e vida plena de oração são os grandes ingredientes que a Bela Senhora nos oferece para nossa conseqüente reconciliação com Deus.
Este caráter profético da aparição em La Salette é evidente nos sinais que Ela mesma carrega, o símbolo da grande mensagem da Virgem de La Salette: a cruz no centro, à esquerda, o martelo, e à direita a torquês. Enquanto o martelo simboliza os pecados da humanidade que pregam Jesus crucificado, a torquês simboliza a oração e a conversão.
A nossa missão, como embaixadores de Cristo, nos leva a assumir a responsabilidade que Maria confiou aos pastores, a ir a todas as pessoas, ou seja, a lembrar as pessoas o seu dever de se deixarem guiar pelo único mestre, Jesus Cristo. Quando isso acontece, quando os homens aderem ao chamado à conversão, “as pedras e rochedos se transformarão em montões de trigo”. Maria é clara ao despertar em nós a raiz profunda dos males que o mundo sofre e pode sofrer se a conversão, a submissão a Cristo não deriva do homem. Maria nos convida a retornar a Deus por meio de Cristo, cujo reinado busca restaurar a justiça das almas em todos os lugares.
Maria é o sinal da nova aliança…
É muito difícil aceitar as palavras de Maria em sua mensagem: “Se a colheita se estraga, a culpa é vossa”. Mas estas palavras expressam a verdade do fato de que o mal não vem de Deus, mas de suas criaturas. A princípio, Lúcifer e seus seguidores o fizeram, depois - os primeiros homens que foram enganados. Nossa má gestão do mundo leva à corrupção desse mundo. Essa confissão de Maria, não apenas contém uma profecia ou um julgamento sobre a situação atual, mas lembra a cada um de nós de onde vem o mal. Nos diz Aquela que não pode ser acusada de nenhum ato de desobediência à vontade de Deus. Seu “Fiat” estava e está presente em todos os seus pensamentos, em todas as suas palavras e em todas as suas ações, sem nenhuma negligência.
O primeiro mandamento de Deus dirigido a Adão e Eva: “Se fecundos, multiplicai-vos e enchei a terra, e subjugai-a e dominai-a” (Gn 1,28), nunca foi revogado. Mas, após o pecado original, a situação piorou e essa degradação não cessará até o fim do mundo. Tudo o que dá errado à nossa volta é causado por nós mesmos, motivado pelo engano de Satanás, cuja desobediência a Deus causa as armadilhas e tentações incessantes que nos assaltam. Sinais do tempo são todos os eventos que acontecem na história de cada um de nós.
Se seguirmos a advertência de Maria, que nos lembra que - parafraseando - a Terra não está completamente subjugada a nós e que algo sempre falha, deixaremos de culpar a Deus e ao mundo por todo o mal que nos acontece. A nossa correta leitura dos sinais dos tempos, devemos confirmar, antes de tudo, mostrando nossa gratidão e bendizendo a Deus pela existência que Ele deu a cada um de nós e pela vocação para a vida eterna no Céu; além disso, devemos ser gratos a Deus pelo fato de que, apesar de nossa desobediência e deslealdade, o Senhor em sua misericórdia nos concede graça e nos ajuda a colocar ordem no meio da confusão que criamos a nós mesmos. Nesse contexto, a encarnação de Jesus Cristo, Filho de Deus, parece ser um remédio necessário e nos ajuda a recuperar a obra humilde e perseverante de trazer o bem a este mundo, que também sofre com os danos.
Todo o mal que nos atinge é um sinal permanente de que deixamos Satanás nos convencer de que podemos criticar e julgar a Deus, acusando-O de administrar mal o mundo que Ele mesmo criou. Deus nunca reverteu sua decisão de dar a Terra ao homem. A responsabilidade por tudo o que acontece aqui recai somente no homem, em todos os homens e em todas as mulheres. Todo mundo é responsável por isso diante de Deus.
Portanto, podemos dizer que praticamente existe apenas um sinal permanente, evocado por Maria - o sinal que Ela indica precisamente na colheita estragada. Isso é revelado pela palavra de Deus dirigida a Adão antes de sua expulsão do Éden:
“Ao homem ele disse: “Porque ouviste a voz da tua mulher e comeste da árvore, de cujo fruto te proibi comer, amaldiçoado será o solo por tua causa. Com sofrimento tirarás dele o alimento todos os dias de tua vida. Ele produzirá para ti espinhos e ervas daninhas, e tu comerás das ervas do campo. Comerás o pão com o suor do teu rosto, até voltares ao solo, do qual foste tirado. Porque tu és pó e ao pó hás de voltar” (Gen 3,17-19).
Flavio Gilio MS
Eusébio Kangupe MS
Karol Porczak MS
¿Quién? ¿Yo?
(4to Domingo de Adviento: 2 Samuel 7:1-16; Romanos 16:25-27; Lucas 1:26-38)
Cuando vieron por primera vez un globo de luz en el lugar donde habían comido su almuerzo de pan y queso, Maximino le dijo a Melania que agarrara bien su bastón, en caso de peligro. Estaban aterrorizados.
La Bella Señora comprendió el miedo de los niños. Ella, también, se “quedó desconcertada” con el saludo del ángel. Así hizo con los niños lo que el Ángel había hecho por ella, diciéndoles: “No tengan miedo” y explicándoles el propósito de su venida.
¿Alguna vez fantaseaste sobre cómo reaccionarias tú mismo si te encontraras en una situación similar? Pudieras pensar, ¿Qué? ¿Quién? ¿Yo? ¡Esto no es posible!
Pero miremos a los patriarcas, a los profetas y a los apóstoles. Algunos se sintieron indignos de su llamado, o no preparados, y hasta temerosos; pero ninguno de ellos dudó de la autenticidad de dicho llamado. Aunque algunos tambalearon al caminar, todos menos uno, permanecieron fieles.
Miremos al Rey David. En nuestra primera lectura, como en muchos otros lugares, Dios lo llama “mi servidor David”, como sabemos, él tenía serios defectos y había cometido pecados graves. Ser absolutamente perfecto claramente no es una condición previa para servir al Señor.
El Salmo de hoy describe la promesa de Dios a David como sigue: “Yo sellé una alianza con mi elegido, hice este juramento a David, mi servidor: Estableceré tu descendencia para siempre, mantendré tu trono por todas las generaciones”. El ángel en el Evangelio declara que aquellas palabras se cumplen en Jesús: “Su reino no tendrá fin”.
Parafraseando la oración inicial de hoy, reconocemos que Dios ha derramado la gracia de la reconciliación en los corazones de aquellos que han respondido a la invitación de Nuestra Señora de La Salette de “acercarse”. Ella nos invita a tener corazones que pertenezcan íntegramente al Señor, como dicen las Escrituras acerca de David (1 Reyes 11:4) esa es nuestra parte en la relación del pacto.
Entonces estaremos listos para emprender la obra de Dios, confiada a nosotros, aun conociendo él nuestras faltas más que nosotros mismos.
María nos ha dado el ejemplo. Su sí al ángel cambió el mundo. Nosotros podemos decirle sí, procediendo según sus palabras y esperando hacer la diferencia. ¿Quién? ¡Tú!
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.