Dios habla al Pecador
(Quinto Domingo de Cuaresma: Jeremías 31:31-34; Hebreos 5:7-9; Juan 12:20-33)
Hijo mío, no tienes idea de cuán importante es para mí que tú me permitas perdonarte. Por favor no lo pospongas. Ahora es el tiempo propicio.
¿Hay algo en tu pasado distante que nunca fuiste capaz de confesar? Ahora es el tiempo propicio
Ven y acércate, aclaremos las cosas. Aunque tus pecados sean como la escarlata, pueden volverse blancos como la nieve. Serán lavados totalmente en la sangre de mi único Hijo, quien voluntariamente se entregó por ti. Por su sufrimiento, por su obediencia, él ha pagado todo el precio de tu redención.
Él es como el grano de trigo. Cuando murió, produjo abundante fruto, para ser compartido por todos. El banquete gratuito de la gracia te espera.
No hay otra cosa que me gustaría más que colocar mi Ley en ti y escribirla en tu corazón. ¡Detente y piensa! Sería la cosa más natural del mundo que tú vivieras en mi amor y que me agradaras.
Con un amor sin tiempo te he amado; Así he mantenido mi misericordia hacia ti. Con tu permiso y tu humilde cooperación, yo alejaré tus pecados tan lejos como el este dista del oeste. O, si tú prefieres, yo los arrojaré a las profundidades del mar. Con certeza has de entender el deleite que me provoca el hacerlo.
Recuerda lo que dijo mi Hijo. “Habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de arrepentirse”. ¡Aquel puedes ser tú, gloriosa fuente de alegría!
Levantado sobre la cruz, mi Hijo se convirtió en la fuente de salvación eterna para todos los que le obedecen. Él puede compadecerse de tus debilidades, porque fue puesto a prueba en todo y en nada pecó. Déjate atraer por El.
De pie junto a su cruz encontrarás a su Madre, María. Ella es tu Madre también. Puede ser que la reconozcas como la Bella Señora. Ella te ayudará a ver lo que debes hacer.
Por favor, por favor, hijo mío, entrégame tus pecados. Y ya no serán más tuyos, sino míos, y yo los arrojaré lejos. Los alejaré de mí y nunca más volveré mi vista hacia ellos. Nunca.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.