Se ha ido, pero no está ausente
(7to Dom. de Pascua: Hechos 1:12-14; 1 Pedro 4:13-16; Juan 17:1-11; O Ascensión: Hechos 1:1-11; Efesios. 1:17-23; Mt 28:16-20)
Dependiendo del lugar donde vives, hoy estás celebrando ya sea la Ascensión o el Séptimo Domingo de Pascua. La reflexión de hoy incluye a ambos.
Vemos a Jesús al final de su carrera terrenal. Hechos describe la Ascensión, Mateo la sugiere. En Juan, Jesús dice, “Ya no estoy más en el mundo, pero ellos están en él; y Yo vuelvo a ti”.
Otro tema es el de la gloria. En el Séptimo Domingo, Jesús dice: “Padre, ha llegado la hora... Ahora, glorifícame junto a ti, con la gloria que yo tenía contigo antes que el mundo existiera”. En la Ascensión, San Pablo escribe: “Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, les conceda un espíritu de sabiduría y de revelación que les permita conocerlo verdaderamente”.
El “conocimiento” aparece también el Domingo:” “Esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo”.
Y en ambos, Jesús habla de sus discípulos. Ellos guardaron su palabra, él ha sido glorificado en ellos, y recibirán la fuerza para ser sus testigos y hacer que todos los pueblos sean sus discípulos.
Todo esto se refleja en La Salette. María se aparece en gloria; ella busca que su pueblo vuelva a despertar al conocimiento de Dios. Ella da en misión a Melania y Maximino (y, luego a los Misioneros de La Salette, las Hermanas y los Laicos) la obra de hacer que su buena noticiase expanda “a todo mi pueblo”.
Jesús prometió estar con sus discípulos, “hasta el fin del mundo”. La atención que la Bella Señora presta a los pequeños detalles de la vida de los niños muestra que ella es una fiel compañera en nuestra peregrinación por este mundo.
Como se mencionó antes, Hechos describe la Ascensión de Jesús: “Lo vieron elevarse, y una nube lo ocultó de la vista de ellos”.
Siempre me hace sonreír la manera en que los niños describen la desaparición de María al final de la Aparición. “Ella se derritió como mantequilla en una sartén” dijeron. Varias fuentes acotan “en una olla sobre el fuego” o “en la sopa”.
Nunca más la volvieron a ver, pero ella nunca quitó su mirada de ellos, o de nosotros. Si sólo pudiéramos darnos cuenta de esto y recordarlo.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.