Si / Entonces
(6to Domingo de Pascua: Hechos 8:5-17; 1 Pedro 3:15-18; Juan 14:15-21)
“Si ustedes me aman”, dice Jesús, cumplirán” mis mandamientos”. El describe algunas de las cosas que sucederán como resultado: “Yo rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes: el Espíritu de la Verdad”.
Lo mejor de todo, “El que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él”. Esto explica, creo yo, porque hubo tanta alegría en los pobladores de la ciudad de Samaria, cuando Felipe les proclamaba a Cristo, y confirmaba su predicación con signos.
Nuestra Señora de La Salette habla de lo que sucederá, “si se convierten”. Externamente, habrá abundancia en lugar de hambre.
¿Qué pasa con los efectos internos? Podemos tomar prestadas algunas ideas de nuestra segunda lectura y del Salmo.
Si se convierten:
“Santificarán a Cristo el Señor” en sus corazones. Ya no abusarán de su nombre.
Aprenderán a rezar bien. Cantarán alabanzas a la gloria del nombre de Dios, gritando “¡Bendito sea Dios, que no rechazó mi oración ni apartó de mí su misericordia!”
Estarán siempre dispuestos a defenderse delante de cualquiera que les pida razón de la esperanza que ustedes tienen. Pero lo harán con suavidad y respeto. Esto presupone que vivirán de tal manera que otros verán claramente su compromiso cristiano. (Esto es lo que el padre de Maximino hizo cuando, después de muchos años sin ir a la iglesia, comenzó a ir diariamente a Misa.)
Tendrán su conciencia tranquila. Es preferible sufrir haciendo el bien, si esta es la voluntad de Dios, que haciendo el mal.
En 1852, el Obispo de Bruillard decide erigir un Santuario, y al mismo tiempo traer a la existencia a los Misioneros de Nuestra Señora de La Salette, resaltando: “Su creación y su existencia serán, así como el mismo Santuario, un recuerdo perpetuo de la misericordiosa aparición de María”
No se esperaría nada tan público de la mayor parte de las personas que acepten de María el llamado a la conversión, pero si vamos a perseverar, entonces sería cosa buena y una decisión sabia, asegurarnos de que nuestro primer encuentro con la Bella Señora no sea olvidado jamás.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.