Humillación Voluntaria
(Domingo de Ramos: Marcos 11:1-10; Isaías 50:4-7; Filipenses 2:6-11; Mark 14–15)
Jesús anticipó la aclamación de la admirada multitud. Hasta se las arregló para subirse a una montura y ser más visible. La gente estaba emocionada de recibirlo como su líder, su héroe.
Jesús lo aceptó todo.
El también anticipó la traición de Judas, la negación de Pedro, la huida de los discípulos, la burla de sus enemigos, cumpliendo así la profecía del Siervo Sufriente de Isaías que está en la lectura del Antiguo Testamento para hoy: “Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían”.
Jesús lo aceptó todo.
La debilidad en un héroe ha sido siempre desvalorada, por tanto, no es para sorprenderse de que la adulación de la multitud se haya transformado luego en un clamor por la muerte de Jesús. Su desgracia fue tal que ellos eligieron a un nuevo héroe, “uno llamado Barrabás, arrestado con otros revoltosos que habían cometido un homicidio durante la sedición”.
Lo que ellos no sabían ni podían saber, era de que toda aquella humillación era voluntaria. San Pablo escribe que Cristo Jesús, se anonadó a sí mismo y se humillo cambiando su “condición” de Dios por la de un esclavo, en obediencia, como lo deja claro el Evangelio, a la voluntad de su Padre.
“Por eso”, añade, “Dios lo exaltó... para que, al nombre de Jesús, se doble toda rodilla... y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: Jesucristo es el Señor”
Por eso necesitamos una “lengua de discípulo”, como la del Siervo Sufriente de Isaías. Aquí no estamos hablando del don de la elocuencia, sino de la habilidad de “reconfortar al fatigado con una palabra de aliento”. Eso debería ser natural en nosotros como saletenses, si adoptamos la actitud de la Bella Señora.
Aun si la expresión de nuestra fe se topa con el rechazo, tenemos la misma confianza del Siervo de Dios, “El Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; ... y sé muy bien que no seré defraudado”.
¿Nos hubiéramos unido a la multitud para pedir la muerte de Jesús? ¿Quién sabe? La pregunta más importante, sin embargo, es si hoy estamos preparados para seguir su ejemplo de humildad y obediencia.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.