Muerte, Vida, Amor, Esperanza
(5to Domingo de Cuaresma: Ezequiel 37:12-14; Romanos 8:8-11; Juan 11:1-45)
Jesús estaba, de algún modo, poniendo a prueba la fe de Marta cuando le dijo, “Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás”, y luego le preguntó, “¿Crees esto?”
Si le hubiera preguntado, “¿entiendes esto?” la conversación podría haber tomado un rumbo distinto. Pero en la respuesta, Marta expresó su fe en el mismísimo Jesús, y así en cada cosa que él dijo o hizo. “Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo”.
Más adelante leemos, “Y Jesús lloró. Los judíos dijeron: «¡Cómo lo amaba!». El amor y las lágrimas no son extraños entre sí.
La Bella Señora lloró. Podemos ver, por lo tanto, cuánto nos ama, y sus ansias son de que nosotros creamos que su Hijo es la resurrección y la vida, que creamos en su palabra.
Cada vez que me topo con la frase ‘mi pueblo’ en la Biblia, pienso en La Salette. En la primera lectura de hoy, esa conexión es fuerte. Este pasaje concluye el famoso episodio del Valle de los Huesos Secos. Hasta entonces, en Ezequiel, Dios había hablado acerca de su pueblo, raramente a su pueblo. Pero aquí se dirige directamente a su pueblo, y con qué sentimiento: “¡Ustedes, mi pueblo!” ¿Puede acaso este pueblo otra vez dudar de su amor?
La respuesta propicia a esa pregunta se encuentra en el Salmo de hoy. “Si tienes en cuenta las culpas, Señor, ¿quién podrá subsistir? Pero en ti se encuentra el perdón, para que seas temido... Porque en él se encuentra la misericordia y la redención en abundancia”.
San Pablo se sirve de una imagen muy diferente a aquella de los huesos secos, pero con el mismo efecto. Vivir conforme a la carne es estar espiritualmente muerto. “Los que viven de acuerdo con la carne no pueden agradar a Dios”. La Santísima Virgen quiere que su pueblo lo entienda.
En el mensaje de La Salette, como en todas las lecturas de hoy, se resalta la voluntad de Dios de devolvernos a la vida. En las palabas de la primera lectura: “Lo he dicho y lo haré—oráculo del Señor”.
A veces nos encontramos rezando “desde los más profundo”. Nunca debemos desesperarnos. Lázaro no fue un caso perdido. Tampoco nosotros.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.