En Buena Compañía
(5to Domingo del Tiempo Ordinario: Isaías 6:1-8; 1 Corintios 15:1-11; Lucas 5:1-11)
A menudo hemos observado en estas reflexiones que Melania y Maximino debido a su posición social, falta de educación, y carácter personal, no parecían ser unos candidatos probables como para recibir una revelación celestial. Las lecturas de hoy nos muestran que ellos estaban en buena compañía.
¡Ay de mí, estoy perdido! grita Isaías, consiente de no ser digno de dar testimonio de la gloria de Dios. San Pablo dice “yo soy el último de los Apóstoles, y ni siquiera merezco ser llamado Apóstol”, a causa de su historia como perseguidor de la Iglesia, Y cuando San Pedro es testigo de la pesca milagrosa, su instinto natural es el de decirle a Jesús que no tiene nada que hacer con un pecador como él.
Esto no es falsa humildad; cada uno habla con la verdad. Al mismo tiempo, sin embrago, cada uno, una vez tranquilizados, responden al llamado que acompaña la experiencia. Isaías se ofrece para servir. “¡Aquí estoy: envíame!” Pedro y sus compañeros dejaron todo para seguir a Jesús. Y Pablo reconoce cómo Dios ha obrado por medio de él: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no fue estéril en mí, sino que yo he trabajado más que todos ellos, aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios que está conmigo”.
Así como Isaías, Pablo, Pedro, Maximino, y Melania, ninguno de nosotros es merecedor del lugar que nos ha sido dado en el plan de Dios. No logramos nada por nuestros propios méritos. “Aumentaste la fuerza de mi alma”, nos recuerda el salmista.
Jesús sabía lo que iba a hacer aquel día en el Mar de Galilea. María sabía lo que iba a hacer aquel día en los Alpes Franceses. Los dos necesitaban buenos testigos, y los testigos más confiables son aquellos que posiblemente no pueden haber inventado las cosas que están diciendo, y no tienen por qué hacerlo.
Inmediatamente después de responder a su llamado, se le dijo a Isaías que su pueblo no le escucharía. Algunas de las cartas de San Pablo están dedicadas principalmente a corregir errores de doctrina o de moral en las comunidades que él fundó. Las faltas de Pedro están bien documentadas en todos los Evangelios. Melania y Maximino fueron puestos de lado cuando su misión fue asumida por la Iglesia. ¿Equivocaciones? No.
El éxito no es una condición para la santidad. Lo que cuenta es ser fiel hasta el final, como ellos, a pesar de los obstáculos que nos rodean y los que hay en nosotros.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.