El Punto de Inflexión
(1erDomingo de Adviento: Isaías 2:1-5; Romanos 13:11-14; Mateo 23:37-44)
“Tomé el libro; lo abrí y leí en silencio el primer capítulo que se me vino a los ojos, y decía: ‘Basta de excesos en la comida y en la bebida, basta de lujuria y libertinaje, no más peleas ni envidias. Por el contrario, revístanse del Señor Jesucristo, y no se preocupen por satisfacer los deseos de la carne’”.
Agustín había oído que sonaba como la voz de un niño cantando, “Toma y lee”. No era un juego de chiquillos, y comprendió que las palabras se dirigían a él. Él tomó el libro que posaba sobre una mesa cercana, que contenía las cartas de Pablo.
En este momento de su vida, Agustín estaba en el punto de inflexión de su conversión. Abriendo el libro al azar, leyó las palabras citadas arriba que están en la carta de Pablo a los Romanos – hoy la segunda lectura – y ¡su transformación fue completa!
Estas palabras son parte de una exhortación que comienza así: “Abandonemos las obras propias de la noche y vistámonos con la armadura de la luz”.
La llamada de Jesús a permanecer despiertos es al mismo tiempo un recordatorio para no morar en la oscuridad. El cristiano está para permanecer vigilante, siempre listo y deseoso de “caminar a la luz del Señor”.
El tiempo de Adviento comienza hoy. Nos prepara para celebrar la venida de Cristo, la luz del mundo.
Pero aun en los fieles corazones cristianos pueden subsistir las sombras, lugares de oscuridad que nos refrenan de entrar completamente en la luz. Nuestra Señora de La Salette se apareció en una luz deslumbrante. Melania y Maximino estaban aterrados, pero ella los llamó y los envolvió en su brillantez. Sus palabras también, una invitación a su pueblo para liberarse de las tinieblas que lo envolvía.
Como Agustín, tal vez sepamos lo que tenemos que hacer para seguir a Cristo de una manera perfecta, pero nos quedamos vacilando en el momento de inflexión. Puede ser de ayuda, en este caso, cerrar los ojos e imaginarnos estar de pie con los dos niños, tan cerca de la Bella Señora que, como Maximino dijo, “nadie hubiera podido pasar entre ella y nosotros”.
Como siempre, ella nos acercará más a su Hijo. En su compañía, seremos capaces de hacer nuestro el refrán del Salmo de hoy: Vamos con alegría a la Casa del Señor.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.