La Virtud de la Persistencia
(29no Domingo Ordinario: Éxodo 17: 8-13; 2 Timoteo 3:14—4:2; Lucas 18:1-8)
“La paciencia es una virtud”, se nos dice. Pero igualmente importante es la virtud de la persistencia. Puede resultar molesta, como fue para el juez en la parábola, quien al final hizo lo correcto, solamente porque quería acabar con las impertinencias de la viuda.
La situación es muy diferente en el relato de Moisés que rezaba en la cima de una colina. Su oración requería estar en una postura tan exigente que él no podía manejarse solo. Necesitaba de ayuda. La perseverancia no significa hacer las cosas aislado.
Nuestra Señora de La Salette habla de su propia oración: “Si quiero que mi Hijo no los abandone, tengo que encargarme de rezarle sin cesar”. Ella también nos anima a rezar diariamente, “por la noche y por la mañana”. La fidelidad a la oración siempre se ha considerado esencial para llevar una vida espiritual saludable.
En otro contexto, San Pablo nos presenta una perspectiva diferente. Le escribe a Timoteo: “Yo te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús: … proclama la Palabra de Dios, insiste con ocasión o sin ella, arguye, reprende, exhorta, con paciencia incansable y con afán de enseñar”.
Pero ¿cómo Timoteo podría esperar cumplir sus responsabilidades sin poner su vida y su obra en las manos de Dios? En la Iglesia, algunas comunidades religiosas se dedican a la vida contemplativa centrada en la oración y la adoración. Otras son llamadas al apostolado en una gran variedad de ministerios. Algunas tienen ambas ramas, la contemplativa y la apostólica. (Este tercer modelo fue propuesto como una opción al comienzo de la historia de los Misioneros de Nuestra Señora de La Salette. Al final, no fue adoptado.)
Lo que tienen en común estos modelos es la intensidad que debería caracterizarlos. Una vez que respondemos al llamado de Dios, nos comprometemos totalmente con aquella vocación, como Moisés, Timoteo, y María.
Una de las oraciones en el Misal Romano lo expresa bellamente: “así guardaremos íntegro el don de la fe y seguiremos siempre el camino de la salvación que tú nos has señalado”.
Esa meta es la razón por la cual la Bella Señora es tan persistente en su oración por nosotros.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.