Rescatados
(25to Domingo Ordinario: Amós 8:4-7; 1 Timoteo 2:1-8; Lucas 16:1-13)
El administrador deshonesto de la parábola de hoy era un hombre inteligente. Ante el peligro de perderlo todo, incrementó su proceder criminal y actuó audazmente con el fin de asegurar su futuro. Hasta el patrón al que estaba engañando reconoció su capacidad de previsión.
El administrador malversó las propiedades de su empleador para salvarse a sí mismo. Jesús aplica esta situación de una manera curiosa: “Pero yo les digo: Gánense amigos con el dinero de la injusticia, para que el día en que este les falte, ellos los reciban en las moradas eternas”.
Mientras que la primera lectura y el Evangelio se enfocan en el dinero, San Pablo escribe: “Hay un solo mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo, hombre él también, que se entregó a sí mismo para rescatar a todos”. Todas las lecturas convergen en este punto.
Un rescate es el precio que se paga para asegurar la liberación de los cautivos. Sin embrago, en nuestro caso, no hubo intercambio de dinero. En 1 Pedro 1:18-19, leemos: “Ustedes fueron rescatados de la vana conducta heredada de sus padres, no con bienes corruptibles, como el oro y la plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, el Cordero sin mancha y sin defecto”.
Dos veces en el texto evangélico, el dinero es descrito como algo deshonesto, y Jesús declara enfáticamente que nosotros no podemos servir al dinero y a Dios al mismo tiempo.
En La Salette, María no hizo mención del dinero, pero habló bastante acerca de la economía local, que era, naturalmente, una preocupación constante para el pueblo de la región; en 1846, fue rápidamente convirtiéndose en una obsesión. Si las cosechas seguían saliendo malas, el desastre sería inevitable.
La Bella Señora era consciente de esa realidad. Refiriéndose a las papas, dijo, “Este año, para Navidad, ya no habrá más”.
Además de solidarizarse con la difícil situación de su pueblo, ella tenía algo para enseñarles. Al no ser capaces de servir a dos señores, habían elegido mal. La devoción por la esperanza de prosperidad por si misma se les había desvanecido, literalmente, se quedaron con las ganas. María habla claramente: La abundancia es posible, “si se convierten”. En otras palabras, necesitamos reconocer que hemos sido rescatados, ¡y a qué precio! Esto nos demuestra cuán valiosos somos a los ojos de Dios.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.