El Ultimo Sitio
(22º Domingo Ordinario: Sirácides 3: 17-29; Hebreos 12:18-24; Lucas 14:7-14)
Al aparecerse en Los Alpes, María acató lo que manda la primera lectura: “Cuanto más grande seas, más humilde debes ser”. Ella no eligió el “último sitio” geográficamente hablando. Sin embargo, llegó a asociarse a personas humildes (no solamente a dos niños sin instrucción sino, hablando de manera más general, a las personas de la región).
La vida en las montañas nunca ha sido fácil. Aquel año, 1846, había sido más difícil que de costumbre. Con el trigo y las papas arruinados, los habitantes de la región tenían toda razón para alarmarse. Mientras que los granjeros en otras áreas con buenas cosechas comenzaban a acaparar y a especular con precios muy altos para los pobres. Hasta el Sr. Giraud, padre de Maximino que estaba un poco mejor que algunos de sus vecinos, empezó a preocuparse.
Nuestro nivel de vida es importante para nosotros. Por más que admiremos a San Francisco de Asís o a otros santos por abrazar deliberadamente la pobreza como estilo de vida, pocos de nosotros nos sentimos atraídos a imitarlos.
Podríamos, bajo ciertas circunstancias, estar dispuestos a aceptar cierto declive en nuestras fortunas. Pero de manera espontánea no seríamos capaces de “colocarnos en el último sitio”. Aun las personas que deciden llevar una vida más simple se encuentran generalmente en condiciones de garantizar que sus deseos y necesidades queden cubiertos.
Melania vino de una familia desesperadamente pobre. Sus padres realmente no tenían otra opción que mandarla fuera de casa desde los ocho años, para ir a trabajar en las granjas de la región de Corps, así tendrían una boca menos que alimentar, al menos durante el verano. Su casa estaba en la más alejada y pobre de las calles del pueblo, el último sitio. En una ciudad grande hubiera sido una villa miseria.
Al elegirla, la Santísima Virgen en cierto sentido la sacó de ese mundo, le concedió una dignidad que nunca hubiera podido alcanzar de otro modo. ¿Quién hubiera podido imaginar que su nombre sería recordado por más de 100 años después de su muerte?
Melania no se hizo rica. Puso su confianza en la generosidad de los demás a lo largo de su vida. Ella podría aplicarse a sí misma las palabras del Magnificat: “Miró con bondad la pequeñez de su servidora”. Si no hubiera sido tan humilde, no hubiera podido ser elegida.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.