Recen Bien
(14toDomingo Ordinario: Isaías 66:10-14; Gálatas 6:14-18; Lucas 10:1-20)
No hay nada de malo en sentirnos satisfechos por los éxitos y las alegrías que se nos cruzan por el camino. Debemos, sin embargo, ser conscientes de su origen. Como Jesús dijo: “Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios”. (Mateo 22:21).
Pero, tal vez, nos toque preguntarnos, “¿Con qué pagaré al Señor todo el bien que me hizo?” (Salmo 116:12) Es aquí donde entra la oración.
María preguntó a los niños en La Salette. “¿Hacen ustedes bien la oración?” Ellos admitieron que no.
La Oración toma muchas formas. El Catecismo de la Iglesia Católica, comenzando con el número 2626, las describe como: La bendición y la adoración; la oración de petición; la oración de intercesión; la oración de acción de gracias; la oración de alabanza. La Bella Señora menciona el Padre Nuestro y el Ave María, la Misa y la Cuaresma. Los autores espirituales distinguen entre otras formas la oración discursiva, la contemplación, la Lectio Divina, etc.
Desconocer quién es Dios y quiénes somos nosotros es un veneno para la vida espiritual. La oración no es de ningún modo la única respuesta a la bondad de Dios, pero es fundamental. Sin ella, cualquier cosa que hagamos en su servicio y en el servicio de los demás puede llevarnos a tener un sentido distorsionado de autosuficiencia.
Sí, San Pablo a veces se jacta de sus logros, pero al hacerlo reconoce que Dios los ha hecho posibles. Sin embargo, su sentir queda mejor expresado en sus profundas palabras: “Yo sólo me gloriaré en la cruz de nuestro Señor Jesucristo”.
Los setenta y dos discípulos en el Evangelio de hoy están entusiasmados con los poderes que Jesús les concedió; pero él les previene: “No se alegren de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo”.
Isaías usa la hermosa imagen de una madre amamantando para profetizar un tiempo de abundancia. En La Salette, nuestra madre María habló de “un montón de trigo”. En ambos casos, aquel acontecimiento futuro viene precedido de un tiempo de penas y dolores, después de los cuales “La mano del Señor se manifestará a sus servidores”.
Rezar bien no es nada más ni nada menos que una comunicación personal y regular con nuestro Dios todopoderoso. Su importancia no puede ser exagerada.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.