P. Rene Butler MS - Pascua - Testigos

Testigos
(Pascua: Hechos 10:34-43; Colosenses 3:1-4; Juan 20:1-9. Otras opciones son posibles.)
En la primera lectura, Pedro declara que él y sus compañeros fueron testigos de tres realidades distintas: 1) El ministerio público de Jesús; 2) el Cristo resucitado; y 3) que Jesús fue nombrado juez de vivos y muertos.
Pablo en la segunda lectura, da testimonio de la resurrección de Jesús y, de una manera particular, de su significado para nuestra vida cristiana.
María Magdalena, Pedro y el discípulo al que Jesús amaba también fueron testigos, en el relato del evangelio de Juan que leemos hoy. ¿Testigos de qué, exactamente? De la nada, de la ausencia, de la vacuidad – o, más exactamente, del misterio.
El misterio de la resurrección de Jesús es tan fundamental que no es fácil de expresar con palabras lo que significa para nosotros. En 1972, la Pascua cayó un 2 de abril. Aquel día, la verdad de la Pascua me sobrevino de tal manera que no puedo describir con exactitud. Puedo decir, sin embargo, que era la experiencia espiritual más transformadora de mi vida.
El discípulo amado, Juan, entró en la tumba, vio y creyó. En aquel vacío, el experimentó la fe más profunda posible. Su meta desde aquel instante en adelante era de ayudar a hacer que otros puedan experimentar lo mismo. Cerca del final de su evangelio escribe: “Todo esto (los signos) está escrito para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo tengan vida en su nombre”
“Vida en su nombre” - María en La Salette no usa estas palabras, pero ese es el significado de su mensaje. Como Moisés en Deuteronomio, ella coloca ante nosotros la vida y la muerte, y nos suplica escoger la vida. Aquellos que así lo hacen se convierten en testigos del misterio transformador de lo que San Pablo llama una vida “escondida con Cristo en Dios”
No saber, no entender, no es necesariamente algo malo. Melania y Maximino no sabían quién les estaba hablando, tampoco entendieron todo lo que escucharon; pero ante la invitación de la Bella Señora, entraron en aquel misterio, en lo que un clásico espiritual del siglo XIV llama, la Nube de lo Desconocido.
Al contarlo a otros, así como Pedro, lo que ellos habían visto y oído, los niños fueron ciertamente testigos de lo que no conocían. Ellos hicieron que otros entraran en el misterio del amor de María, revelando la insondable profundidad de la misericordia de Dios, de la cual nosotros también podemos ser testigos.

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