Pe. Rene Butler MS - (Domingo de Páscoa) - Ver para creer


(Lecturas del Domingo: Hechos 4:37-43; Col. 3:1-4 o 1 Cor. 5:1-8; Juan 20:1-9)
En muchos idiomas usamos la frase, “ver para creer”
Cuando el discípulo amado entró a la tumba de Jesús; “Vio y creyó” aquí no se trata de un caso de “ver para creer”. ¿Qué es lo que vio? La tumba vacía. En otras palabras: no vio nada. Y creyó. La tumba se convirtió, así como estaba, en un portal hacia la más profunda convicción de fe.
Las primeras personas que subieron al lugar donde Nuestra Señora se apareció, más arriba de la villa de La Salette, no vieron nada. Bueno, sí, por supuesto que vieron todo igual como lo hubieran podido ver antes de la aparición, pero no vieron nada que confirmaría el relato contado por Maximino y Melania.
Y ninguno al ver a los dos niños podría espontáneamente sentirse inclinado a creerles. Esos dos niños no eran nadie.
En la primera lectura, Cornelio y su familia creyeron en las palabras de Pedro. Oyeron y creyeron. Y así las cosas continúan hasta el día de hoy. Como San Pablo dice en Romanos 10,14 ¿Cómo creerán si no han oído hablar de él?... La fe nace de la predicación.
La mayoría de los que escucharon lo que Maximino y Melania tenían para decir, se convirtieron en creyentes. Había un toque de verdad en sus palabras, acompañadas por algo nuevo en la manera en que contaban las cosas cada vez que hablaban de su “Bella Señora” Ellos se convirtieron en “testigos” no solo porque vieron y oyeron algo, sino porque fielmente siguieron adelante con la misión de hacer conocer el mensaje.
Desde un punto de vista material, ninguno de los que vivimos en el presente pudo haber visto lo que los apóstoles y otros testigos de la Resurrección vieron.
Desde otro punto de vista, sin embargo, la mayoría de nosotros hemos visto, en los momentos más sombríos de nuestra vida, lo que María Magdalena y Pedro y el discípulo amado vieron: el vacío, la nada, lo hueco. Ellos tenían todas las razones para perder la esperanza, pero uno de ellos, al menos, creyó, a pesar de todo.
Nuestros momentos más oscuros, por lo tanto, pueden llegar a ser un portal hacia la fe. Como la tumba vacía, esos momentos no tienen que ser el final, sino un glorioso nuevo comienzo. ¡El Señor verdaderamente ha resucitado! (traducido por Hno. Moisés Rueda MS, Cochabamba Bolivia)

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