Un Mensaje Universal
(20mo Domingo Ordinario: Isaías 56:1-7; Romanos 11:13-32; Mateo 15:21-28)
Por razones que no son del todo claras, la misión de Jesús no incluía a los gentiles, aunque sí haya respondido a las suplicas de un Centurión Romano (Mateo 8:5-13) y, en el Evangelio de hoy, a las de una mujer Cananea.
Antes, cuando envío a los Doce en su primera experiencia misionera, les instruyó, “No vayan a regiones paganas, ni entren en ninguna ciudad de los samaritanos. Vayan, en cambio, a las ovejas perdidas del pueblo de Israel”. Solamente al final del Evangelio de Mateo Jesús les ordenó: “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos”.
Con el tiempo, y después de muchas persecuciones, la oración del Salmista, “¡Que todos los pueblos te den gracias!”, fue atendida. En cada nación, hay al menos algunas personas que cumplen la profecía de Isaías. “Yo los conduciré hasta mi santa Montaña y los colmaré de alegría en mi Casa de oración”.
Sin embargo, la universalidad (el ser inclusivo) es un desafío. En cada grupo hay una tendencia a una cierta exclusividad. En el Evangelio de hoy, los discípulos quieren que Jesús haga lo que sea para que la mujer cananea se vaya, no solamente, o tal vez, porque sea una pagana sino también porque es una molestia.
¿Te has encontrado tú mismo algunas veces tratando de evitar situaciones incómodas, gente problemática, una llamada inesperada de alguien pasando necesidad, etc., etc.? Puede ser difícil mantener el espíritu inclusivo que es inherente a nuestra Misión de Reconciliación.
San Pablo había intentado en su tiempo excluir del judaísmo a los cristianos. Después, algunos de los primeros cristianos quisieron excluir a los gentiles. Pero pronto vemos que el mayor anhelo de Pablo fue el de llevar la salvación de Cristo tanto a los judíos como a los gentiles.
Esta visión encuentra eco en las palabras finales del mensaje de María en La Salette, “Díganselo a todo mi pueblo”. Hoy hay misiones saletenses en 27 países (y seguimos descubriendo pequeños santuarios saletenses en otros lugares), pero esto nos deja con mucho más de 150 países en los que La Salette es desconocida. Comparado con la expansión del Evangelio, ¡tenemos un largo camino a recorrer!
El mensaje tiene muchos elementos, atrae a diferentes personas de maneras distintas. Esto es verdad también en cuanto a nosotros mensajeros, individualmente únicos, pero juntos, universales.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.