Pastor, Puerta, Vida
(4to Domingo de Pascua: Hechos 2:36-41; 1 Pedro 2:20-25; Juan 10:1-10)
“La Fe no es un sustantivo sino un verbo”. Gramaticalmente esta afirmación es falsa, aun así, el significado es obvio.
Continuando el tema del camino de la semana pasada, podemos decir que la fe está dando sus primeros pasos. Con esto me refiero al preciso momento en el que nuestra fe se transforma en un encuentro personal genuino, cuando descubrimos que nuestra relación con el Señor es esencial en nuestra existencia.
En la primera lectura, Pedro concluye su discurso de Pentecostés: “Todo el pueblo de Israel debe reconocer que a ese Jesús que ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Mesías”. El Apóstol está haciendo que todo su pueblo conozca el mensaje.
En su carta, Pedro da mucho ánimo en tiempo de sufrimiento. “Cristo llevó sobre la cruz nuestros pecados, cargándolos en su cuerpo, a fin de que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Gracias a sus llagas, ustedes fueron curados”. La Bella Señora muestra la imagen de su Hijo crucificado, incluso cuando esté hablando de pecado y de conversión.
Ella se dirige a aquellos que, en la primera lectura, son llamados “esta generación perversa” Debemos apartarnos de todo aquello que por dentro y por fuera nos degrada de algún modo.
Su llamado a la conversión expresa una esperanza, la que Pedro presenta como un hecho. “Cristo llevó sobre la cruz nuestros pecados, cargándolos en su cuerpo, a fin de que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Gracias a sus llagas, ustedes fueron curados”. Lo cual nos dirige a nuestro Evangelio, donde parece que Juan hubiera usado un buen editor. Distintas imágenes se entremezclan.
Primeramente, afirma que Jesús no es un ladrón ni un asaltante, sino el pastor que “llama a sus ovejas por su nombre y las hace salir”; luego que es “la puerta” y “Todos aquellos que han venido antes de mí son ladrones y asaltantes”, y de nuevo afirma que es la puerta, luego una vez más que no es un ladrón, y al finalizar declara: “Yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia”.
Esta última oración es la que sujeta todo el resto. Cualquiera sea la imagen que prefiramos, la abundancia de la vida es lo que quiere transmitir. El discurso de María en La Salette en parte carece de una cierta lógica, pero el mensaje es claro: cuando regresamos con el Pastor, encontramos vida.
Y él nos guiará a aquel lugar del cual el salmista nos habla esta semana.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.