En la senda de los Magos
(Epifanía: Isaías 60:1-6; Efesios 3:2-6; Mateo 2:1-12)
La mejor definición que encontramos acerca de la Epifanía es: “La manifestación de Cristo a los Gentiles representada en los Magos”. En otras palabras, la historia de los magos es también la nuestra – como cristianos y como saletenses.
Los Magos fueron guiados por la luz de una estrella, hacia aquel al que llamamos de“luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero”. En La Salette, María se aparece en luz, pero ella no es la luz. Como la estrella, ella nos conduce hacia su Hijo, ella nos lo manifiesta en el deslumbrante brillo del crucifijo que porta.
Isaías le dice a Jerusalén, “¡llega tu luz y la gloria del Señor brilla sobre ti!”, mientras que para otros pueblos “las tinieblas cubren la tierra y una densa oscuridad, a las naciones”. La Bella Señora les habla a esos pueblos, invitándoles a volver a la luz que es Cristo.
Nosotros somos los Magos del mundo modernos. María nos ayuda en nuestra búsqueda de Cristo. Ella nos recuerda la importancia de la celebración dominical, de la oración diaria, y de la disciplina cuaresmal, para que podamos dar a Jesús el honor y la gloria que le corresponden.
San Pablo habitó en las tinieblas hasta el día de su epifanía, su encuentro con Jesús en el camino de Damasco. El escribe a los Efesios que esa revelación no era solamente para él, sino “en beneficio de ustedes”. Él se había convertido en la luz guía, y quiso que la comunidad cristiana hiciera lo mismo.
Los que hemos aceptado el don de la fe, debemos verla como algo que se nos dio para el bien de los demás. Podemos compartirla mediante nuestras palabras, por supuesto; pero es por medio de nuestro propio testimonio de fe, esperanza y caridad, que Cristo nuestra luz, puede brillar por medio de nosotros, disipando la oscuridad y guiando a otros hacia él.
No se espera, tampoco es necesario, que cada uno de nosotros sea una gran Estrella, visible a distancia. Las estrellas también tienen diferentes tonalidades. Los científicos dicen que se debe a la temperatura de sus superficies, entre otras cosas. El ardor de nuestra fe variará con el tiempo y las circunstancias.
Recordemos que la llama de una vela, por más pequeña que sea, disipa la oscuridad, y la oscuridad no puede nunca vencerla. Una suave y reconfortante lucecita puede ser tan atractiva como un fulgurante sol.
La Salette es una luz destinada a compartirse por medio de nuestra misión de reconciliación. ¡Qué gran epifanía podemos llegar a ser!
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.