Fieles y en vigilante espera
(Primer Domingo de Adviento: Isaías 63:16-64:7; 1 Corintios 1:3-9; Marcos 13:33-37)
Cada año en el Primer Domingo de Adviento. El Evangelio (ya sea de Marcos, Mateo o Lucas) nos dice que hay que estar “atentos” “vigilantes” “permanecer despiertos” ante la llegada del amo.
La Aparición de Nuestra Señora de La Salette, como la mayoría de las apariciones, tiene el similar propósito. Es como si la Virgen Santísima nos estuviera diciendo, “¡Abran los ojos! Vean los que están haciendo. ¿Por qué no prestan atención? ¡Despierten!
Así como el regreso del amo no puede ser predicho, nadie podía haber anticipado un acontecimiento tal como una aparición y en un lugar tan lejano. Nadie podría haber esperado que Melania Calvat o Maximino Giraud, entre tanta gente, tuvieran semejante encuentro y trajeran un mensaje tan sorprendente.
Aun así, cuando María dice, “Si la correcha se arruina, es únicamente por culpa de ustedes,” ¿Acaso su voz no resuena en las palabras de Isaías: “Nos ocultabas tu rostro y nos entregabas al poder de nuestras culpas?” ¡Qué terrible perspectiva!
En ambos casos, el pueblo de Dios daba por hecho de que Dios estaba de su lado. Ellos nunca esperaban realmente que Dios los abandonara. Eran, después de todo, su pueblo. El tenía un deber para con ellos.
Lo que olvidaron, precisamente, es que ellos eran su pueblo, que ellos también tenían una responsabilidad con él. Aquí vemos de nuevo el carácter profético de La Salette, al tiempo que ella habla de las advertencias dadas en el pasado, de la falta de fidelidad en la vida de su pueblo, de la necesidad de sumisión.
La imagen que tenemos de los sirvientes es la de la sumisión. Su única responsabilidad es la de llevar a cabo de manera fiel la voluntad de su amo, idealmente por amor al amo, como los cristianos de Corinto, a quienes Pablo escribe: “De hecho, no carecen de ningún don, ustedes que aguardan la manifestación de nuestro Señor Jesucristo;” más adelante en la misma carta, enfatiza que los dones existen para ser puestos en uso del bien de la comunidad.
Seamos fieles, servidores vigilantes, sumisos en el amor, esperando no en el miedo sino en alegre anticipo y espera de que el Señor verdaderamente se revelará a nosotros en nuevas maneras a lo largo de este nuevo año litúrgico.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.