Acérquense
(3er Domingo de Pascua: Hechos 3:13-19; 1 Juan 2:1-5; Lucas 24:35-48)
El título de hoy cita la primera palabra de María a los niños en La Salette. Ella añade, “No tengan miedo”. Reconocemos el patrón, en reversa, desde las Escrituras.
En el último Evangelio dominical, Tomás fue invitado a acercarse a Jesús tanto como para tocar sus heridas. Hoy Lucas nos da un relato similar. Mientras dos discípulos estaban contando cómo se habían encontrado con Jesús en el camino de Emaús y ¡de repente, ahí estaba! Los tranquilizó a todos, “Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo”.
En ambas versiones de este relato, las primeras palabras de Jesús son, “La paz esté con ustedes”. Este pudo haber sido el saludo normal, “Shalom”, pero el contexto le da un significado más rico. La invitación a tocar es vista como una manera de restaurar la paz interior.
Esto es casi como si la iglesia esta semana nos estuviera dando una segunda oportunidad, una segunda invitación para reconocer a Cristo crucificado, a Cristo resucitado, y a desear con más celo aún el ser sus fieles discípulos.
El discurso de Pedro en la primera lectura de hoy da a entender que su audiencia había perdido la oportunidad de aceptar a Jesús como el Redentor y, en su lugar, lo enviaron a la muerte. Pero no todo está perdido. Si leemos entre líneas, Pedro está diciendo, “Ustedes también pueden salvarse”. Al decirles que hay que arrepentirse para convertirse, les está invitando a acercarse a aquel que puede darles la verdadera paz.
¿Acaso no es eso lo que Nuestra Señora nos dice? También nosotros podemos ser salvados. Ella nos hace rememorar a su manera aquello que escuchamos hoy en la segunda lectura: “Jesús es la Víctima propiciatoria por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero”
Después de calmar el temor de sus discípulos Jesús dijo:” Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados”.
Maximino lo dijo, cuando él y Melania bajaron apresurados hacia la Bella Señora, “nadie hubiera podido pasar entre ella y nosotros”- Ella vino para hacer que su pueblo se acerque más a su Hijo, para restaurar la paz con él. Estamos llamados a hacer conocer aquel mensaje.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.