Más Pensamientos sobre la Oración
(28vo Domingo Ordinario: Sabiduría 7:7-11; Hebreos 4:12-13; Marcos 10:17-30)
Con mucha frecuencia en estas reflexiones hacemos alusión a la pregunta de María, “¿Hacen ustedes bien la oración, hijos míos?” Ella termina esta parte de su discurso con, “Cuando puedan hacer algo mejor, recen más”. Pero la oración no consiste sólo en palabras.
Todos sabemos lo importante que es una buena comunicación. Las relaciones humanas no pueden sobrevivir sin ella. Incluye palabra hablada y lenguaje corporal. Contiene información, inquietudes, preguntas, pedidos, etc. Todas estas cosas son parte del acontecimiento de La Salette.
La comunicación con Dios es esencial en la vida cristiana. Nos permite pedir por aquello que nos hace falta, y abrirnos a los dones que él desee concedernos. “¿Hacen bien sus oraciones?” es otra manera de preguntar, “¿Quieren dejar que Dios convierta sus corazones?” Recitar oraciones es algo bueno, por supuesto; nos ponen en la presencia del Señor y así preparamos el terreno para su acción.
EL autor del Libro de la Sabiduría comprendió esto. “Oré, y me fue dada la prudencia”. La prudencia, según el Catecismo de la Iglesia Católica, es algo más que tener cuidado. Es “la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios adecuados para realizarlo.
Entonces, no podemos ejercer la prudencia sin desear conocer la voluntad de Dios y cumplirla. Debemos preferirla más que el oro, las piedras preciosas, la salud y/o la belleza.
Lo cual nos lleva al Evangelio y al hombre rico que se acerca a Jesús con una oración en forma de pregunta, “¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?” Jesús, a su vez, le respondió con otra pregunta, y quedó tan feliz con la respuesta de aquel hombre que Marcos nos relata, “Jesús lo miró con amor y le dijo: ‘Sólo te falta una cosa’”.
Poniéndonos nosotros mismos en el lugar de aquel hombre, ¿qué cosa nos falta? Cuando nos ponemos en oración y aprendemos a rezar bien, Dios en verdad está allí y puede penetrar nuestros corazones con su palabra “viva y eficaz” (segunda lectura). Aquel hombre “se fue apenado, porque poseía muchos bienes” ¿Haremos lo mismo nosotros por otras razones?
En la oración no estamos solos. Nuestra Madre con su llanto intercede poderosamente por nosotros. Seamos agradecidos, también, de que Jesús nos mire y nos ame y nos muestre aquello que necesitamos hacer para seguirle.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.