Mensaje Urgente
(Tercer domingo del Tiempo Ordinario: Jonás 3:1-10; 1 Corintios 7:29-31; Marcos 1-14-20)
A lo largo de los siglos, mucho más de cien fechas fueron predichas para el fin del mundo por un número interesante de personas: San Martin de Tours, el Papa Silvestre II, el artista Sandro Botticelli, Martin Lutero, Cristóbal Colón, y una horda de famosos o desconocidos pronosticadores. Ninguna de esas profecías se cumplió. ¡La más reciente fecha predicha fue hace solo cuatro meses!
Jonás entra dentro de esta categoría. Él era un profeta verdadero, enviado por Dios, para proclamar ante los ninivitas que su tiempo llegaba a su fin. Pero en el capítulo 4 del libro de Jonás, el profeta culpa a Dios por haberlo enviado y hacerlo pasar por un tonto. Él sabía desde el principio, y lo reclama, que fallaría y que Dios se echaría atrás con el castigo con el que había amenazado.
Pablo escribe diciendo que el tiempo se acaba. María de La Salette dice: “Si mi pueblo no quiere someterse, me veré forzada a dejar caer el brazo de mi Hijo, es tan fuerte y tan pesado que no puedo sostenerlo más”. Ambos parecen hablar con una cierta urgencia amenazante.
Podemos decir que María en La Salette esperaba la misma clase de fracaso por el que Jonás pasó. Ella no quería que sus predicciones sobre el hambre y la muerte de los niños se cumplan. Ella nos ofreció una alternativa. ¡Nunca es tarde! La transformación es siempre posible.
Jesús da comienzo a su ministerio público proclamando un tiempo de cumplimiento y llamando a su pueblo al arrepentimiento. No hay nada amenazador en esto. Aun así, Jesús está anunciando el fin del mundo – ¡tal como lo conocemos! Un tiempo de transformación ya llega. Esto es lo que San Pablo quiere decir cuando escribe que “El mundo en su forma actual está pasando”
No tenemos manera de saber por qué Simón, Andrés, Santiago y Juan dejaron todo para seguir a Jesús. Una cosa es cierta: era el fin de su mundo tal como ellos lo habían conocido. Convertirse en discípulos de Jesús cambió dramáticamente sus vidas en toda forma imaginable.
Para nosotros, como para ellos, el encuentro con Cristo nos cambia inevitablemente, y no solamente una vez sino una y otra vez. Pero a veces nos resistimos al cambio y necesitamos ser llamados o desafiados nuevamente. Es ahí donde el mensaje de La Salette encaja. Nos hace falta una Bella Señora, o alguien que la ama, para hacerlo conocer.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.