Carta - Páscoa 2024
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P. Rene Butler MS - Vigésimo octavo domingo - El Banquete

El Banquete
(Vigésimo octavo domingo del tiempo ordinario: Isaías 25:6-10; Filipenses 4:12-20; Mateo 22:1-14)
“En este monte”, proclama Isaías, “El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros; el oprobio de su pueblo Él lo alejará” Al contar la historia de La Salette, invariablemente hablamos de una montaña, de lágrimas y de reproches”
En lágrimas sobre aquella montaña, La Santísima Virgen lanzó un reproche sobre su pueblo especialmente por su falta de fe.
Otra imagen en común entre La Salette y esta lectura de Isaías, y con el evangelio, es el banquete. Aparece de manera explícita en Isaías y en Mateo, e implícitamente en el mensaje de Nuestra Señora, cuando ella habla de la Misa. Sobre la montaña de La Salette ella nos hace recordar la fiesta que el Señor nos proveyó en la Eucaristía
La identificación de la Eucaristía como un banquete se remonta tan lejos en el tiempo, por los menos hasta San Agustín, quien murió en el año 430 DC. El Escribió: “Te has sentado a una gran mesa… Grandiosa es la mesa en la que los manjares son el mismo Señor de la mesa…; él es quien invita, él es la comida y la bebida.
En la versión de Mateo de la parábola de la Fiesta de Bodas, los invitados declinan asistir. Algunos hasta se engarzan en una violencia gratuita en contra de los mensajeros. La indiferencia y la hostilidad hacia la religión en muchos lugares son realidades que los cristianos tienen que enfrentar.
La anterior citación de Agustín está tomada de uno de sus sermones, pero no se trata directamente de la Eucaristía. Es sobre el martirio. “El cuerpo recibe poco sustento de una pequeña hostia y de un sorbo del cáliz, pero el espíritu se fortalece, se hace valiente y se anima”. Como San Pablo escribe: “Todo lo puedo en aquel que me fortalece”
Desde este punto de vista, podemos poner las palabras de la Bella Señora, con respecto a la falta de reverencia hacia la misa, en el mismo contexto que cuando ella habla del hambre. Ella llora porque su pueblo tendrá que enfrentarse con el hambre, física y espiritualmente.
En el Acto de Consagración a Nuestra Señora de La Salette decimos: “Quiero consolar tu corazón y acabar con tus lágrimas” Una manera de alcanzar esa meta es nuestra fiel y amorosa participación en la Eucaristía.

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